¿Quién educa a mi hijo?
Victoria Cardona
Escritora y orientadora familiar
¿Quién educa a mi hijo?
Victoria Cardona
        Con el título "¿Quién educa a mi hijo?" he reflexionado en mi último libro sobre la necesidad de navegar acompasadamente y al unísono familia y escuela durante todos los años decisivos de la formación de nuestros hijos, desde la entrada en la escuela infantil hasta terminar su proceso educativo.

        Uno de los aspectos más preocupantes que se detectan en las relaciones entre familia y escuela es que las relaciones que las familias mantienen con el conjunto de la sociedad se han trasladado a los centros de enseñanza. Las familias empiezan a considerarse "clientes", consumidores de los servicios educativos, a los que demandan mayor calidad en los productos, olvidando que es la familia la protagonista de la educación de sus hijos.

        Reflexionemos en el compromiso de educar; una tarea comprometida que debemos compartir con buena voluntad y sabiduría todos los agentes educativos: padres, profesores, alumnos y, también la sociedad. Una sociedad, en la actualidad, más enriquecedora por la incorporación de nuevas culturas que hacen progresar la diversidad de formas de vivir y de convivir y más empobrecida porque cree que todo se puede relativizar y que puede conseguir la felicidad sin hacer el mínimo esfuerzo. Padres, maestros y sociedad estamos comprometidos en la educación y trabajamos para trasladar al educando nuestro bagaje cultural, nuestros conocimientos y el testimonio de valores vividos.

        Cualquier madre o padre tiene la capacidad de mejorar con el fin de atender mejor a sus hijos y no abdicar de su primera responsabilidad, una responsabilidad que sigue aunque vayan a la escuela porque saben que son los primeros educadores de sus hijos y viven su tarea con generosidad e ilusión. Saben, también, que cuando esta tarea se vive con ánimo positivo en casa y se colabora con la escuela, su hijo obtiene beneficios excelentes. Podemos asegurar que el éxito escolar nace en casa y los profesores esperan que nuestros hijos lleguen al centro escolar con unos hábitos de comportamiento, higiene y alimentación ya adquiridos en casa.

        La función del centro educativo es, fundamentalmente, la de impartir unos conocimientos que los padres no pueden dar y de ser el refuerzo y el apoyo complementario para ayudar al alumno a desarrollar su formación completa en todos los ámbitos de su personalidad. Es el brazo que se alarga y acoge, también, a los padres de familia al invitarles a participar en actividades de la escuela a través de las Asociaciones de Padres de Alumnos. Si los padres corresponden a la invitación del colegio aprovecharán la orientación que reciban y en las entrevistas con el tutor de su hijo encontrarán el aliado eficaz que canalizará sus preocupaciones o sus inquietudes.

        Seguimos con padres ocupados en formar a sus hijos y en buenos docentes que quieren educar al escolar. A nuestro escolar lo que le despierta interés por un tema, por una ciencia o por alguna de las artes, es la atención y la dedicación de un maestro que le acompaña en su aprendizaje, con cercanía y con afecto.

        El buen docente, impregnado y enamorado de su profesión, sabe animar y dejar al alumno ejecutar sus iniciativas, sin prisa y con paciencia; sabe fomentar y hacer crecer en ellos su curiosidad intelectual, además de crear un ambiente de compañerismo y aumentar los valores personales en el aula.

        Al alumno, a nuestro hijo, también le interesa encontrar en casa un afecto constante, un referente de buenos modos y maneras y una comprensión infinita para su persona.

        Todo esto lo tenemos, pero debemos encontrar este punto de conciliación entre familia y escuela. En "¿Quién educa a mi hijo?", editado por Viceversa, damos ideas para adecuarlas a las circunstancias de cada familia. Se tratará de no perder la esperanza y seguir trabajando, la esperanza de seguir con la finalidad propuesta, con tenacidad y sin desánimo. Una esperanza compartida entre escuela y familia para conseguir la educación del niño o del adolescente. Nuestros hijos, nuestros alumnos bien merecen un compromiso de ambas partes, dos sinergias unidas en la misma dirección.