La educación de los hijos como tarea
Juan Antonio Canales
Educar la inteligencia y la afectividad

        Si la razón por la que empiezas a leer el artículo es la necesidad de disponer un amplio catálogo de recetas que solucionen las dificultades que tienes en tu familia (de respeto, rendimiento académico, lealtad, etc.), te adelanto que no encontrarás la solución a tu problema, y digo problema porque indica que la situación es tan desesperada que buscas la solución donde no está.

        Para centrar la cuestión, es bueno situarse en el punto de partida adecuado, que es preguntarse qué significa educar. La respuesta es simple y animante, conseguir que los hijos sean felices, es decir libres, no atados a pasiones y defectos, y que sepan elegir bien, que no siempre coincide con lo satisfactorio.

        Por otra parte hay que recordar que la paternidad es una tarea, una vocación y por lo tanto no es sólo una situación. Como consecuencia hay una responsabilidad y unas funciones que ejercitar.

        En esa tarea de educar en lo bueno, se necesita una formación continua por parte de los padres, pues las influencias externas a la familia no aportan ideales que ayuden la labor. La coherencia es el otro elemento necesario por la ejemplaridad y sobre todo porque aporta un estilo de vida que forma en el terreno de los hábitos.

        Una educación eficaz necesita asentarse en la libertad y el respeto a cada persona. Lo impuesto se acata pero acaba por no vivirse cuando desaparece la presión. Es la mejor defensa frente a las influencias externas que tratan de manipular.

        El amor profundo, es una de las señas más fuertes de la familia, que se da de forma muy natural, pero que también se construye ya que el egoísmo personal es uno de los enemigos más directos.

        El conocimiento de los hijos exige tiempo, interés y confianza mutua. Esto permite anticiparse a los problemas pero también demanda roce, comprensión, respeto y paciencia.

        La autoridad está asentada en la unidad de los padres y es un aspecto que se gana ejerciéndola en lo sencillo. Se tiene o no se tiene, pero no se impone. Aprender a obedecer también es un hábito que hay que desarrollar. La prudencia nos indica lo que hay que corregir de inmediato y lo que hay que dejar para otro momento.

        Para terminar, el conocimiento de los hijos nos indica lo que es más oportuno en los momentos de crisis.