Leyes tóxicas.
Tiempo de rectificar
José Javier Castiella
ALBA
Un extraño en casa: comunicación con el adolescente
Victoria Cardona

        El pasado domingo los españoles dimos al Partido Popular una amplia mayoría con la que poder rectificar el rumbo equivocado con el que el gobierno socialista ha acentuado en nuestro país la crisis, aumentando el paro hasta cifras históricas, deteriorando la economía y, en general, la sociedad más allá de lo tolerable por los españoles y por nuestros socios de la Unión Europea.

         Los errores cometidos, por el tiempo en que se evidencian, podemos clasificarlos en dos grandes grupos: 1º los que pasan factura inmediata y, en consecuencia, obligan a una rectificación lo más rápida posible. 2º los que pasan factura generacional.

         Entre los primeros están prácticamente todos los errores cometidos en materia de política económica, política antiterrorista y política internacional. En estos campos, sobre todo en el primero, las respuestas son tan inmediatas y evidentes, que el menos avispado se cerciora de las equivocaciones. El paro asfixiante que sufrimos, con todas las secuelas que supone; la incorporación a la vida política activa de partidos ligados a la banda ETA, sin que esta organización terrorista se haya disuelto, ni entregado las armas y el desprestigio internacional de España en los últimos años, fruto de una nefasta política de desplantes y alianzas, fobias y filias que nos han marginado y hecho perder peso específico en al ámbito del Occidente desarrollado, son tres campos de acción inmediata. En cada uno de ellos es tan evidente la necesidad de corregir el rumbo y la orientación a tomar, que las nuevas directrices políticas más que fáciles resultan obligadas. Aunque tengan la dificultad técnica de dar con las mejores soluciones en lo económico y afrontar el desgaste social y político que impliquen a corto plazo, el Gobierno entrante no tiene otra alternativa.

         Los segundos afectan básicamente al Derecho de Familia. De ellos venimos ocupándonos en esta sección de leyes tóxicas desde el pasado mes de mayo. En el primer artículo, con el que se inició esta serie, decía que es importante divulgar la existencia de estas leyes, para concienciar a la buena gente y generar un estado de opinión, que obligue a los partidos políticos a plantearse estas cuestiones y rectificar.

         Felizmente desde otros foros de opinión, tanto en papel como virtuales, han surgido iniciativas en el mismo sentido. Quizás es este el momento en el que todos los que nos sentimos motivados para defender la familia y proteger a los menores y preocupados por la pésima legislación que, en orden a estos fines, se ha publicado en los últimos años en España, debemos recordar al Partido Popular que, además de los asuntos urgentes que impone la economía, están los asuntos graves que exigen la familia y el relevo generacional de esta sociedad. Recordemos brevemente algunos de los puntos tratados en los artículos publicados:

        Reforma de la ley del menor evitando que el entorno adulto delictivo lo dañe.

        Reforma de la ley de reproducción artificial, en lo que tiene de inconstitucional, respecto de los embriones privados de su familia natural y de su contexto temporal.

        Derogación de la ley del aborto, en la que no caben matices, ni siquiera los supuestos de despenalización anteriores a la actual ley.

        Regulación del matrimonio acorde con lo que se viene sabiendo, cada vez con más evidencia, sobre los efectos del divorcio en los divorciados, en sus hijos (efectos traumáticos y didácticos) y en la sociedad resultante.

        Regulación de la unión de hecho en los términos que vimos en su día.

        Regulación de la adopción como institución de protección del menor desamparado, en la que él es el único titular de un derecho: el de ser adoptado y los adultos solamente titulares, en su caso y grado, de una aptitud para adoptar, en función del interés del menor, nunca de un derecho a adoptar.

        Regulación de todo lo relativo a las drogas, sobre todo en relación con los menores, desde un principio de tolerancia cero, tal como, en su día, quedó expuesto en los artículos que a esta materia se dedicaron.

        Regulación de la violencia doméstica, mal llamada de género, sin que suponga una patente de corso para abusar, ni de los varones machistas y violentos, ni de las mujeres astutas y simuladoras.

        Regulación de lo relativo a la identidad sexual para, desde el respeto a la naturaleza y la biología, ayudar a las víctimas de la disforia de género, del modo más eficaz en orden a su felicidad personal.

        Quedan otros capítulos pendientes de no menor importancia. Esta sección irá desgranándolos, Dios mediante, en sucesivas entregas y de cada una de ellas resultará una conclusión de mejora normativa.

         Soy consciente de que una "contrarreforma" global y completa de estas materias es, hoy por hoy, impensable políticamente y quizás inasumible socialmente. Pero creo que los efectos tóxicos son ya suficientemente graves e identificados como causados por estos errores, para que un legislador intelectualmente honesto, sin necesidad de más creencias que las evidencias científicas que hemos relatado en estos artículos, se plantee en serio un cambio de rumbo.

         Parecemos repetitivos con esta demanda y, sin duda, lo somos. Pero mientras el problema sea éste, la prioridad ética nos impide pasar por alto el asunto como ya suficientemente tratado. Sí, está tratado, está clarísimo, pero no solamente no está resuelto, sino que se va envenenando más, cada día que pasa sin un punto de inflexión por parte del legislador.

         De la progresiva decadencia a la regeneración de una sociedad. Este es el reto. Son tiempos recios los que vivimos. Pero también lo son de una oportunidad excepcional y positiva con el vuelco electoral. Aprovechemos este empujón del motor de arranque que supone una mayoría absoluta, esto es, un voto de confianza y una petición de iniciativas valientes de mejora, para orientarnos decididamente hacia objetivos de regeneración social, de cohesión familiar, de mayor felicidad para más personas.