'Frente al morbo, cultivar el asombro' y 'Obviedades'
Aníbal Cuevas
La felicidad de andar por casa
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas
Frente al morbo, cultivar el asombro

        Bonito o feo, bueno o malo, arte o basura. Resulta dificil que dos personas se pongan de acuerdo sobre lo que es de buen gusto. En un mundo inundado de relativismo y de falta de criterios objetivos es muy difícil hablar del valor "buen gusto".

        Sin duda son muchas las cosas que preocupan a padres y educadores. Una de ellas es el poderoso influjo de los medios audiovisuales. Son directos, impactantes, cómodos y se reciben de manera acrítica. Así como la lectura de un libro es pausada e invita a la reflexión, la televisión, los ordenadores, internet y los videojuegos son inmediatos, impactan dejando poco espacio a que la voluntad reaccione.

        El hombre del siglo XXI es un ser que tiene una gran necesidad de emociones, de fuertes impactos, no está preparado para el sosiego y la contemplación. El éxito de los programas de cotilleo es imparable, y ello es debido a que han sabido explotar la parte más negativa, cómoda y barata de esa necesidad creada de "cosas fuertes": el morbo.

        El morbo ofrece alimento a lo más bajo y miserable del hombre, frente a esto propongo alimentar el asombro. La tarea de padres y educadores es iniciar a los niños en la capacidad de asombrarse ante los numerosos aspectos agradables de la vida, en lo cotidiano. Como siempre, la mejor y más eficaz manera de hacerlo será viviendolo. Veremos entonces si existe o no lo bonito y lo feo, lo agradable y lo desagradable.

Obviedades

        Cójase una probeta y llénese con una dosis de prisas, otra de egoísmo y finalmente otra de comodidad y ya tenemos lista una bebida de gran consumo. Se trata de una mezcla explosiva que hace que quienes la beben vivan engañados pensando que están en el mejor de los mundos posibles.

        Los efectos letales que produce esta bebida son: pérdida de la capacidad de disfrutar realmente de la vida, el tiempo se pasa sin vivirlo, pérdida de oportunidades de ayudar a los demás y de crear un buen clima a nuestro alrededor, generación de frustración y de baja capacidad de resistencia frente al fracaso.

        El antídoto es muy barato y está al alcance de cualquiera: dar gracias a quienes nos prestan un servicio, asombrarse y agradecer que haya agua caliente, ver como una bendición que haya sol o que llueva, saborear el abrazo o el beso que nos da alguien de la familia o algún amigo, pensar cómo hacer la vida más agradable a los demás.

        La felicidad no se espera, se vive. Pasa por disfrutar de lo obvio, lo cotidiano, lo que pasa todos los días.