Leyes tóxicas.
Matrimonio-Unión de hecho (heterosexuales)
José Javier Castiella
ALBA
En Familia con el Papa

        Hemos examinado, en las dos últimas semanas, los efectos traumático y didáctico que el divorcio produce en los hijos, de modo que puede considerarse, sin hipérbole, como una fuente de dolor inmenso para los hijos y un cáncer en expansión indefinida para la sociedad.

         De verdad lo siento, querido lector, pero al cuadro le faltan todavía algunas pinceladas negras, tan tóxicas como las descritas. Ese es el objetivo que hoy me propongo al enunciar el artículo como lo he hecho.

         Todos sabemos que el divorcio no es el único ataque que, en nuestra sociedad, se está haciendo al matrimonio. El que ahora nos ocupa, la unión de hecho, es más sibilino pero no menos tóxico. En términos futbolísticos diríamos que no se trata ahora de hacerle faltas al jugador y lesionarlo hasta incapacitarlo para jugar, se trata de buscarle un sustituto en el puesto que ocupa, de modo que progresivamente el matrimonio se quede, cada vez más, en el banquillo. Este sustituto es la unión de hecho.

         En todo el Occidente desarrollado, la unión de hecho, en los últimos años, ha pasado de realidad social marginal a moda social normalizada y regulada. Es el jugador de muchos años, en los que no sobresalió, que por razones ajenas a las futbolísticas, comienza a disputar la titularidad de otro en su posición en el campo.

         Lo que pretendo es analizar fría y objetivamente las cualidades que uno y otro jugador tienen, en orden a hacer el buen fútbol que todos queremos, para que el propio lector saque sus consecuencias.

         Dado que matrimonio y unión de hecho son, hoy por hoy al menos, prácticamente las únicas alternativas para el relevo generacional, cabe decir que son los dos únicos jugadores para ese puesto, en el equipo de las instituciones sociales con las que hacer el mejor fútbol, es decir, el que genere más felicidad individual, familiar y social.

        ¿Qué virtudes "futbolísticas" debemos pedirles a estos jugadores para poder compararlos? Lo que el club, esto es, la sociedad, necesita de este puesto en el terreno de juego social es, básicamente, que cumpla tres objetivos, que expongo de modo no jerárquico:

         1.- Fecundidad, porque hoy en España, tenemos un índice sintético de fecundidad de 1,44 hijos por mujer, cuando el mínimo para no terminar desapareciendo es del 2,1.

         2.- Estabilidad afectiva, porque es la fuente de felicidad mayor para la pareja y, además, una necesidad básica de los hijos para su correcto desarrollo, que es muy largo.

         3.- Paz, porque la violencia doméstica es uno de los males que azotan nuestra sociedad, en crecimiento preocupante en los últimos años.

         Resulta que en estos tres temas el matrimonio gana a la unión de hecho por goleada. La media de fecundidad de los matrimonios triplica a la de las uniones de hecho. La estabilidad afectiva y durabilidad media es igualmente muy superior en los matrimonios, a pesar de los efectos tóxicos que, en este sentido, ha provocado la ley de 2005, que comentamos en su momento. Y en el tercer tema, el de la violencia doméstica, la diferencia no es de uno a tres, como en los dos anteriores, es de uno a doce y se manifiesta en datos estadísticos comparativos, tanto de homicidios como de órdenes de alejamiento. Si alguien duda de la seriedad de estos datos le remito al ensayo que, sobre este tema, acabo de publicar en la Revista Jurídica del Notariado.

         Si son así las cosas, si un jugador es netamente mejor que el otro, parece razonable pensar que el legislador, que es el entrenador del equipo a los efectos, tendría que preferir, en el sentido de discriminar positivamente, privilegiar, incentivar el matrimonio respecto de la unión de hecho.

        ¿Qué es lo que ha ocurrido en España en los últimos diez años? Justamente lo contrario. Aparte algunas equiparaciones de unión de hecho y matrimonio, dispersas por distintas leyes de aplicación en toda España, desde 1998 se vienen publicando leyes autonómicas, que dotan de un cuadro de efectos jurídicos a las uniones de hecho, con un denominador común: responder a un principio de equiparación al matrimonio, en cuanto a ventajas de todo tipo. Es un conjunto de normas que resulta caótico en muchos aspectos, con los que no cansaré al lector, pero que tiende como objetivo a una igualación institucional con el matrimonio.

        Por otra parte, las reformas del matrimonio de los últimos años, le han privado propiamente de un cuadro de efectos interno, en el sentido de vinculante para los cónyuges, que pueden desligarse unilateralmente, sin expresión de causa ni consentimiento del otro.

        La realidad resultante es que se ha producido un acercamiento normativo de tal magnitud entre ambas alternativas de unión heterosexual, que ambas vienen a distinguirse, de modo casi exclusivo, por los requisitos de forma, que siguen existiendo en el matrimonio, tanto en la constitución como en su disolución, y que no se dan en la unión de hecho.

         La pregunta que surge es la siguiente: ¿Si son así las cosas, no valdría más la pena, incluso por una razón de economía normativa, realizar una fusión de ambas en una institución única?

         Si nos atenemos a los criterios expuestos por el legislador en las exposiciones de motivos de todas estas leyes, tóxicas ellas, esa sería la conclusión lógica. Pero resulta que la percepción del ciudadano dista mucho todavía, gracias a Dios, de la del legislador.

         Las leyes, en el modo de regular una materia, incentivan o desincentivan conductas. Esto es así. Pero las leyes de familia producen este efecto de un modo más lento que otras.

         Las regulaciones del matrimonio y de la unión de hecho, aunque no son la única causa, han contribuido, sin duda, a generar una tendencia de menos matrimonios, más divorcios y más uniones de hecho. Pero siendo cierta la tendencia, todavía las cifras absolutas son muy favorables al matrimonio y minoritarias para la unión de hecho. (En 2008, en España, había 10.645.000 matrimonios por 1.223.000 uniones de hecho).

         La próxima semana trataremos esta misma cuestión, la comparación de unión de hecho y matrimonio, desde la perspectiva de los protagonistas.