'La familia humaniza' y 'Los niños necesitan estabilidad'
Aníbal Cuevas
La felicidad de andar por casa
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas
La familia humaniza

        Sin duda el papel que la familia tiene como humanizadora de la sociedad es fundamental. Es en el ámbito familiar es donde se aprende a pedir perdón y a dar gracias, dos disposiciones básicas para desarrollarse como ser humano.

        En un ambiente de cariño y amor, algo consustancial a la familia, se aprende a estar pendiente de los demás y de sus necesidades. Si algo tan básico y fundamental para las personas se despersonaliza ¿qué no ocurrirá con la sociedad?

        Es grande la responsabilidad que tenemos los padres; y por esa razón todas las instancias públicas y privadas debieran apoyar nuestra labor. Y digo apoyar, no suplir.

Los niños necesitan estabilidad

        Todos los políticos británicos reconocen que el Reino Unido padece las consecuencias de una política social realizada de espaldas a la familia desde hace muchos años. La consideración del matrimonio como una forma de convivencia más ha traído consecuencias devastadoras que se manifiestan en altos indices de violencia juvenil, drogadicción, alcoholismo, fracaso escolar y embarazos de adolescentes. Posiblemente se trate de una de las sociedades occidentales más desestructuradas en la que se da un elevado número de familias monoparentales.

        El hecho de que este fenómeno se venga produciendo desde hace más de veinte años permite que se puedan estudiar las consecuencias a largo plazo de este tipo de políticas. Recientemente se publicó un estudio realizado desde 1991 mediante encuestas anuales a 10.000 adultos británicos, siempre los mismos, pertenecientes a 5.500 hogares. El resultado es que las parejas de hecho son mucho menos duraderas que los matrimonios.

        La inestabilidad de este tipo de convivencia se revela en que casi el setenta y cinco por ciento de los hijos de matrimonios viven con sus padres al menos hasta los dieciséis años, mientras que la proporción baja al treinta y seis para los nacidos en uniones de hecho. Una de cada tres de estas parejas se rompe antes de los diez años.

        Los autores recuerdan que la separación de los padres es negativa para los hijos y crea problemas a la sociedad que ha de proveer al mantenimiento de las familias monoparentales. De ahí concluye que es preciso revisar la política familiar a fin de favorecer que la gente se case en vez de cohabitar. Esta recomendación se vuelve más urgente ante la extensión del fenómeno.

        En la actualidad, la cohabitación es la principal forma de unión para los británicos que constituyen una pareja por primera vez y los nacimientos extramatrimoniales, que eran el dos por ciento en 1977 pasaron a ser el veinte por ciento veinte años después.

        El estudio provocó numerosos comentarios en Gran Bretaña. "El matrimonio es mejor para los niños", tituló el Daily Telegraph . Se pueden extraer numerosas conclusiones como que los políticos no tienen en cuenta la diferencia entre matrimonio y cohabitación al plantear las leyes, y ello a pesar de que los hechos demuestran que la afirmación de que no hay diferencia entre ambas formas de convivencia es un mito. Los niños necesitan estabilidad, necesitan nacer dentro del matrimonio.

        Las legislaciones divorcistas como la española que permite deshacer el matrimonio de manera unilateral a los tres meses de haberse producido no ayuda para nada a fomentar y proteger el mejor ambiente para los niños.