'Padres líderes' y '¿Que hago para que me obedezcan?'
Aníbal Cuevas
La felicidad de andar por casa
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas
Padres líderes

        Asistí a una interesante conferencia sobre "liderazgo para definir estrategias y gestionar crisis". El marco, una escuela de negocios y el conferenciante, un militar. Curiosa y enriquecedora mezcla a la que añado otro ingrediente: mi visión del tema como padre de familia.

        ¿Alguien puede negar que los padres de familia debemos ser líderes? El conferenciante afirmó que para ser líder no hace falta ser general de ejercito o directivo de empresa, es líder quién se pone al frente de una misión en la que cree. ¿Acaso los padres no estamos al frente de una de las más importantes misiones que puedan existir?

        Varias fueron las características que se citaron como necesarias para el líder: creer en lo que se hace, convencimiento de la misión, proximidad con la organización, saber a dónde se va.

        Una cita de Quintiliano cerró la conferencia: "el corazón hace elocuentes a los hombres". Idea que me parece muy válida para incorporar a nuestro papel de educadores.

¿Que hago para que me obedezcan?

        Si hay un tema que preocupa cada vez a un mayor número de padres, este es el de la autoridad. Muchos se quejan de que sus hijos no les hacen caso y no les obedecen. Pienso que se trata de un problema realmente preocupante ya que sus devastadores efectos no solo se sufren en casa sino que la sociedad entera los padece. El origen de muchos problemas de violencia y desorden en la escuela tienen su origen en el hogar.

        Muchas veces las prisas y la consecuente falta de tiempo hacen imposible la reflexión y obligan a actuar de manera automática, espontánea y en función del estado de animo. Si se está de buenas se concede todo, si se está de malas se niega y se riñe. Así no hay manera de educar.

        Puede ser útil plantearse el ejercicio de la autoridad de los padres de manera similar al liderazgo de un directivo. Uno de los fines de un buen directivo es influir en las personas para que la organización funcione y lo puede hacer por la vía de la coacción, de la persuasión o de la autoridad moral.

        Cada una de las tres vías puede ser necesaria en algún momento, sin embargo el peso de cada una no debe ser el mismo. La experiencia nos dice que la autoridad moral es la más efectiva y humana y que solo se consigue cuando los componentes de la organización ven que el líder o directivo se esfuerza diariamente por vivir lo que pide a los demás.

        La coacción sirve de poco en la educación, diría más bien que de nada. Un padre o una madre que luchan por vivir lo que exigen a los hijos tienen mucha más autoridad y son mucho más persuasivos que unos padres que actúan por impulsos y son esclavos de las circunstancias. Esta manera de actuar y ejercer el liderazgo ayuda a todos a ser más felices.

        Ante la pregunta del millón ¿que hago para que me obedezca mi hijo? Podemos dar algunas ideas de sentido común como dar pocos mandatos y que estos sean preferentemente positivos. Es un hecho que ante las prohibiciones o negaciones la reacción humana es de desconcierto o de rebeldía; por eso es importante educar invitando a hacer algo.

        Si queremos que el hijo recoja el abrigo y lo guarde en el armario será más efectivo decirle lo que queremos que haga en vez de sermonearle diciendo que es un desordenado o que siempre deja todo por medio. Esto sirve para muchas otras situaciones. Me parece que es muy interesante plantearse un cambio de perspectiva potenciando lo que invita a actuar en lugar de lo que no ofrece salida.

        Una máxima en educación es que el hombre no sólo es libre sino que necesita sentirse libre.