'Una máxima para educar' y 'Confianza en los hijos'
Aníbal Cuevas
La felicidad de andar por casa
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas
Una máxima para educar

        "Omnia videre, multa disimulare, pauca corrigere" que traducido quiere decir "ver todo, disimular mucho, corregir poco". Se trata de una máxima que sirve para ser aplicada en la vida cotidiana y especialmente en la educación de los hijos.

        Parece claro que la labor de los padres no es ni hacer de perros sabuesos ni tampoco estar a la luna de Valencia sin enterarnos de nada. Tenemos la obligación de estar al día de los hijos de los amigos y ambientes que frecuentan, de su estado de ánimo, de sus preocupaciones, de si son sinceros. Aún así debemos saber que por mucha confianza que tengamos con ellos, es natural que no cuenten todo.

        Los padres debemos procurar que nuestros hogares sean lugares donde apetezca estar y nadie se sienta vigilado ni agobiado. Es aquí donde entra en juego la capacidad de disimular cuando la situación lo requiera y la de corregir cuando haga falta.

        La sabiduría y el sentido común de los padres nos indicará cuando corregir y cuando callar. El padre eficaz se sitúa entre el padre agobiante y el que "ni está ni se le espera".

Confianza en los hijos

        Es cierto que los padres, como primeros responsables de la educación de nuestros hijos, debemos velar por su integridad personal y moral. Debemos estar pendientes de sus inquietudes y preocupaciones, conocer a sus amigos y saber con quién van, transmitirles criterio para que aprendan a tomar sus decisiones libremente y de manera responsable; en definitiva ayudarles a madurar.

        Siempre existe la tentación de pensar que "cualquier tiempo pasado fue mejor" y, aunque no estoy de acuerdo con esa afirmación, en algunas ocasiones también se instala en mi cabeza como una especie de añoranza romántica de un pasado idílico que, en el fondo, es negativa y paralizante.

        Lo mismo percibo en muchos padres de adolescentes, a ello se une excesiva preocupación y sobreprotección por las influencias negativas que puedan sufrir. Es cierto que los peligros están ahí, pero no es menos cierto que debemos confiar en sus decisiones.

        Es curioso, se dan con frecuencia dos extremos por parte de los padres de adolescentes: por un lado una confianza absoluta e incondicional y por otra una actitud defensiva de pensar que todo lo "adolescente" es peligroso. En éste caso sí que la virtud está en el medio: confianza en los hijos pero sabiendo que todos somos capaces de lo mejor y de lo peor.