Responsabilidad frente a relativismo y Buenos ciudadanos
Aníbal Cuevas
La felicidad de andar por casa
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas

Responsabilidad frente a relativismo

        A fuerza de pronunciar una y otra vez la palabra derecho, se ha terminado por obviar la otra cara de la moneda: responsabilidad. Está muy bien que se luche por el reconocimiento de derechos, pero ¿dónde están la responsabilidad y el bien común? Recientemente un político europeo hacía las siguientes consideraciones.

        Nuestra sociedad es excesivamente sensible. Para no herir los sentimientos de otros, con objeto de evitar parecer excesivamente críticos, se ha dejado de decir lo que hay que decir. Llevamos décadas en las que se han ido paulatinamente erosionando la responsabilidad, las virtudes sociales, la autodisciplina, el respeto mutuo, las conquistas a largo a cambio de la satisfacción inmediata. Por el contrario, preferimos la neutralidad moral, no entrar en juicios de valor acerca de lo que son comportamientos adecuados o equivocados. Malo. Bueno. Correcto. Impropio. Son palabras que nuestro sistema político y nuestro sector público apenas se atreven a utilizar.

        Todos somos humanos, cometemos errores y nos arrugamos con frecuencia. Podemos fallar como personas, como maridos, como padres y como ciudadanos pero no puede haber un silencio cómplice acerca de las cosas que realmente importan porque entonces estamos fallando por partida doble. Renunciar al uso de esas palabras -malo, bueno; correcto, impropio- implica una negación de la responsabilidad personal y una caída en el relativismo moral.

        Corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad amoral, donde ya nadie diga la verdad acerca de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es correcto o resulta impropio. La consecuencia es terrible: la ausencia de límites hace que nuestros hijos piensen que pueden hacer lo que les parezca ya que ningún adulto intervendrá para ponerles freno. Ni siquiera, a menudo, los propios padres. Y eso tiene que terminar.

Buenos ciudadanos

        Todos estaremos de acuerdo en que hay que educar a los niños para que sean buenos ciudadanos. Seguro que también estamos de acuerdo en que ser buen ciudadano significa respetar a los demás, colaborar en el bien común, cumplir las normas establecidas, dar lo mejor para progresar, etc....

        Desde que me dedico a esta tarea de la Orientación Familiar, y ya va para cerca de 20 años, he tenido claro, y los hechos me lo confirman, que los mejores ciudadanos son aquellos que procuran vivir virtudes humanas como el orden, la obediencia, la sinceridad, la responsabilidad, la fortaleza, la austeridad y un largo etcétera.

        ¿Hay alguien que dude que si conseguimos transmitir virtudes y hábitos buenos en las personas, si conseguimos que los niños quieran ser buenos, no va a haber buenos ciudadanos?

        ¿Porqué entonces ese empeño en forzar el estudio de asignaturas en las que no aparece ni por asomo nada de lo que expongo y que solo consigue desunir? ?Es verdaderamente un interés pedagógico y democrático lo que mueve a sus promotores, o hay algo más?.

        La solución es bien sencilla aunque requiere un gran esfuerzo por parte de todos: enseñemos y apoyemos a los padres y maestros para que ayuden a los niños a vivir virtuosamente. Esa acción será un auténtico semillero de buenos ciudadanos.