Sin duda alguna nuestra sociedad está basada en el consumo y ello condiciona hoy en gran manera el conocimiento y comportamiento del hombre.

        Para situar el tema en sus verdaderas dimensiones, y en lo concerniente a la educación es importante no reducir el consumismo a calcular si puedo o no mantener determinado ritmo de vida o si puedo o no comprar determinadas cosas. Más bien conviene situarse en qué tipo de hombre resulta del que no sabe negarse nada y para quién casi todo en la vida se reduce a tener.

        Si la felicidad está en ser y no en tener, no es compatible educar hijos felices en un ambiente familiar basado en el consumo. Los lujos de ayer se convierten en las necesidades de mañana. Que duda cabe que cuanto más se eleva el listón de lo "necesario" más alto es el umbral de exigencia para estar satisfecho.

Pasión por la verdad

        Existe una opinión bastante extendida en nuestra sociedad que afirma que la existencia de la verdad encadena y que el relativismo libera. Nada más lejos de la realidad, es la verdad la que libera, la que da alas y nos libera del subjetivismo, de la esclavitud de la opinión dominante, incluso de los caprichos.

        Por ello no hay que tener miedo a la verdad, hay que buscarla con pasión, con honradez, sin prejuicios. Es este principio el que debemos vivir y transmitir a nuestros hijos. Es cierto que buscar la verdad es comprometido y puede resultar molesto. Resulta más fácil dejarse llevar de la corriente y hacer propio lo que otros se molestan en pensar.

        Verdad y libertad van inseparablemente unidas y los padres debemos fomentar la pasión por descubrirlas y vivirlas.