Ecología humana
Aníbal Cuevas
La felicidad de andar por casa
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas

        Parece que hay una cierta coincidencia universal en apreciar, en términos generales, que el mejor habitat para el desarrollo de las personas es el formado por un padre y una madre en un contexto de estabilidad. En este sentido resulta ilustrativo, como ya indiqué en mi libro anterior, que el Institute for Public Policy Research (buque insignia del pensamiento laborista británico) tras estudiar la violencia juvenil en el Reino Unido afirmara que los padres casados educan mejor.

        Tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos numerosos estudios confirman que el fracaso escolar, la delincuencia, el alcoholismo o la drogadicción se dan en menor medida entre los adolescentes y jóvenes que viven en familias estructuradas. Informes recientes apuntan también que se da mayor pobreza en las denominadas familias monoparentales y, subidos a la ola ecologista, hace unos meses un Informe de la Universidad Estatal de Michigan señalaba que el divorcio afecta gravemente al medio ambiente. Según los datos manejados en el estudio, las familias basadas en el matrimonio gastan menos y optimizan más los recursos.

        Mi intención no es emitir un juicio moral sobre las formas en las que cada persona organiza su vida en el uso de su libertad sino dejar constancia de algo que numerosos estudios reflejan: no todas las formas de convivencia ayudan de la misma manera a la sostenibilidad del género humano y, por ende, al desarrollo armónico de las personas, la sociedad y la vida en la tierra.