La vulnerabilidad del menor X: la educación
José Javier Castilla
notario
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas

A).-  Aproximación al concepto.

         La educación es el proceso de socialización de los individuos, indispensable para que estos se desarrollen conforme a su naturaleza relacional [62] . Es una  progresiva concienciación cultural y conductual mediante la cual las nuevas generaciones adquieren los saberes acumulados de las generaciones anteriores. El proceso educativo se materializa en habilidades y valores que producen cambios intelectuales, emocionales y sociales en el individuo. En los niños/as la educación busca fomentar el proceso de estructuración del pensamiento y de las formas de expresión, ayuda en el proceso madurativo sensorio-motor y estimula la integración y la convivencia grupal.

         Desde una perspectiva psicopedagógica [63] la educación en un sentido amplio,  incluye la instrucción en conocimientos, la formación moral y, en su caso, religiosa.

          La impronta que la misma supone en la plasticidad específica del menor, es uno de los factores de influencia más relevante en la personalidad del futuro adulto. Es el conjunto de conceptos e ideas, filias y fobias, valores y contravalores del que el menor irá haciendo uso, para la configuración de su personalidad, en cuanto ser racional con unos determinados conocimientos y criterios de actuación.

       La educación no es determinante en sentido técnico, en cuanto determinista, no priva al educando de su libertad, pero sí es un gran condicionante, un elemento muy influyente en la configuración del adulto futuro ya que, a través de la misma, se llena el archivo  de información del que el menor educando irá sacando las ideas y criterios clave, con los que gradualmente se convertirá en adulto y  se van generando los criterios de selección de valores con los que organizar la propia vida.

        En palabras de IBAÑEZ MARTÍN [64] la formación de la personalidad significa dominio, conquista de sí, progresiva colonización de la propia mismidad desde la libertad".   En análogo sentido LLANO CIFUENTES   [65] afirma que “la formación es un proceso positivo de autoperfeccionamiento, de crecimiento en la autoposesión del propio ser y del propio actuar.”

         Hay un aspecto de la educación que es permanente o continuo durante toda la vida del hombre, pero no es ese el que ahora nos interesa,  sino mas bien la etapa que podríamos llamar de la educación formal o escolar.

La educación formal escolar consiste en la presentación sistemática de ideas, hechos y técnicas a los estudiantes. A través de ella se ejerce una influencia ordenada y voluntaria sobre el educando, con la intención de formarlo, aunque, como afirma  RASSAM, [66] esa influencia no tiene por qué coincidir con lo que el profesor dice o expresa sino que “se educa  por lo que se es, más que por lo que se dice. Se enseña también lo que se es más que lo que se sabe. El poder del educador o profesor depende menos de sus palabras, que de la presencia silenciosa y total que los alumnos perciben”. El sistema escolar es la forma en que una sociedad transmite y, de ese modo, conserva su existencia colectiva a través de las nuevas generaciones

         Desde una perspectiva familiar, la educación es un derecho-obligación de los padres a dar y un correlativo derecho-obligación del menor a recibir, en y desde el entorno natural de su protección, la familia, la información y formación necesarias para el conveniente desarrollo de su personalidad. De hecho los primeros estadios del proceso educativo, básicos para el ulterior desarrollo, tienen lugar en el seno de la familia. En este entorno  exclusivo se produce el aprendizaje del lenguaje hablado, que es determinante de todos los que vendrán luego. Además, la familia supone para el menor el entorno afectivo imprescindible, para que su desarrollo educativo pueda producirse en términos de normalidad. Es cierto que, a lo largo de la historia, se han producido teorías, algunas de tipo naturalista [67] , otras de corte colectivista [68] , que han propugnado una exclusión de la familia como entorno educativo del menor, pero la realidad sociológica abrumadoramente mayoritaria, en  prácticamente todos los países y culturas,  atribuye al entorno familiar no solamente estos aprendizajes y seguridades afectivas iniciales, sino también, como luego tendremos ocasión de examinar en el caso de España, la legitimidad para decidir sobre la formación moral y religiosa del menor.

         De todo lo dicho hasta el momento resulta evidente que la educación, no solamente  es relevante en el ámbito de la persona del educando y de su entorno familiar, sino también  la indudable trascendencia pública de la misma.  Ello  evidencia un interés legítimo del Estado a la hora de regular materia tan delicada, de modo que no se dañe, en perjuicio de la sociedad resultante, el proceso de socialización del individuo en que, como veíamos al comienzo de este apartado, consiste la educación. No obstante, esta realidad  queda enmarcada en  las coordenadas apuntadas, relativas al educando y su familia, en el sentido de que la intervención del Estado en la educación, deberá producirse dentro de los objetivos y con los límites que marcan el resto de las facetas que esta realidad compleja que es la educación, supone. Más adelante  profundizaremos en este principio, concretándolo en las actitudes correctas  y extralimitadas del poder público en relación a la educación.

B).- Conexión con la vulnerabilidad del menor.

         A la vista de lo dicho, resulta evidente la razón por la que nos ocupamos de esta materia  en un ensayo sobre la vulnerabilidad del menor.   La propia minoría de edad  del  educando, su configuración natural como personalidad “in faciendo,” a la vez que le dota de una singular capacidad de asimilación, no solo racional sino incluso mimética y, diríase cuasiosmótica, lo hace enorme y especialmente vulnerable en esta etapa, ya que su específica plasticidad  es, por su propia naturaleza, acrítica respecto de los contenidos que se le proporcionan, al menos en los primeros y más determinantes  estadios de la misma y, en todo caso, fácilmente manipulable por adultos con más experiencia,  si así se lo proponen. Ello se traduce en una evidente necesidad específica de protección que, por  naturaleza, corresponde a la propia familia, su entorno natural de protección y, subsidiariamente al propio Estado o colectivo, en el que se produzca el desarrollo educativo del menor. 

 

[62] Tan imprescindible que, de no darse, no se producen aprendizajes básicos como el habla y se produce una cierta deshumanización del menor.. En la historia se han dado casos de niños criados por animales y el resultado es que la misma plasticidad del menor le lleva a un proceso de animalización, de tanta mayor  dificultad en la reversibilidad del mismo, cuanto larga y profunda sea la etapa de privación de educación humana.

[63] La psicopedagogía es una ciencia aplicada, que surge de la fusión de la psicología y la pedagogía, cuyo campo de aplicación es la educación, a la cual proporciona métodos, técnicas y procedimientos para lograr un proceso de enseñanza y aprendizaje más adecuado a las necesidades del educando.

[64] IBÁÑEZ MARTÍN J.A. “Hacia una formación humanística” HERDER, Barcelona,1979, pag. 28.

[65]   LLANO CIFUENTES ALEJANDRO “El futuro de la libertad” Eunsa, 1985.

[66] RASSAM J. “Le professeur et les élèves” Revue Thomiste 1979, Toulouse, pag. 64.

[67] El  "Emilio" de ROUSSSEAU se educa al margen de la familia e incluso de los libros, sin más ejemplo ni referencia que la naturaleza, personificada en  Robinson Crusoe, el personaje de D. DEFOE. Este Robinson, en su isla desierta, encarna un racionalismo naturalista, que intenta explicar la sociedad a partir del individuo. Pero lo cierto es que el autor francés, con tan original teoría, lo único que pone de manifiesto es su profunda ignorancia antropológica. En él se cumple la afirmación antes citada de RASSAM relativa al educador. En su propia biografía, como pone de relieve PAUL JHONSON  en “intelectuales” de modo descarnado pero riguroso, se evidencia que las teorías naturalistas  que defendió no le impidieron abandonar a sus propios hijos biológicos en un hospicio,  con lo que ni él mismo estuvo a la altura moral del  “buen salvaje” que predicó ni, desde luego, facilitó a los suyos una buena educación  en el sentido en el que estamos aquí tratando.

[68]   Frente al mito robinsoniano, de profundo individualismo, surge como movimiento pendular de corrección, el colectivismo, que incurre en el defecto opuesto: el mito del Estado. Tiene en común con el naturalismo negar a la familia el protagonismo educativo  y lo sustituye por la formación  por el Estado como ciudadano del colectivo. Sus resultados son conocidos y no hace falta insistir, después de la caída del muro de Berlín, en lo erróneo  del planteamiento que subyace en la misma.