La educación española, a la baja
Alejandro Llano
Profesor de Filosofía
Universidad de Navarra
La Gaceta (Madrid)
Huid del escepticismo
Christopher Derrick

 

A propósito de la movilidad

        Nos está costando tocar fondo, pero poco a poco lo vamos a conseguir. Desde luego, la educación en España continúa impertérrita con su tendencia a la baja, muy acelerada en los últimos años. Las múltiples clasificaciones internacionales no engañan. Nos encontramos en el pelotón de los torpes, y casi todo lo que se sigue haciendo contribuye a empeorar las cosas, no a mejorarlas. Los planes y previsiones oficiales son más bien estremecedores. Parece que el ministro de Educación ha descubierto un método cuya clave es el contragolpe. Hay que aprovechar los propios descensos de la calidad para lograr una aparente mejora o, al menos, tomar alguna medida que haga más suave la caída. Pongo ejemplos recientes. Un objetivo fundamental del Plan Bolonia es el fomento de la movilidad entre estudiantes europeos. De esta dinámica ya nos hemos desenganchado, al tomar la decisión equivocada en un punto capital: la duración del grado y del posgrado. Aquí se eligió el modelo cuatro/uno, cuando la mayoría de los países optó por el esquema tres/dos. Se renuncia con ello a un aumento apreciable de la movilidad internacional. Pero no hay que desanimarse. Parten nuestras endogámicas universidades de una proporción mínima –inferior al 10%– de estudiantes que no proceden de la misma comunidad. Ahora bien, la crisis va a contribuir a subsanar otro error anterior: la proliferación de centros universitarios. La cercanía al domicilio familiar es el primer motivo de los estudiantes para elegir una universidad. Las presiones municipales y regionales han conseguido que se multipliquen las mismas carreras en centros públicos próximos entre sí, lo cual resulta caro. El ministro se propone solucionar los dos problemas con una sola medida. Para reducir el gasto, hay que suprimir carreras repetidas en ciudades cercanas. Así, los estudiantes que deseen estudiar ciertos grados se verán obligados trasladarse a otra población. Resultado: ¡más movilidad!

De mal en peor

        Con un horizonte no muy cercano, en 2015 habrá becas para casi todos. Los que cumplan su programa de estudios y aprueben el curso en dos convocatorias recibirán suplementos a su beca. Y si logran acabar la carrera en los años previstos, tendrán un premio sustancioso. Se conseguirá así mejorar la calidad en todos los niveles. La crisis disminuye la emigración, lo cual, unido a nuestra baja natalidad, hará que el número de universitarios descienda dramáticamente. Como ya ahora –dicen– nos sobran profesores, tocarán a muy pocas clases a cada uno, y así podrán dedicar más tiempo a la investigación. Brillante.

        Hay una cierta incompatibilidad, según parece, entre socialismo y calidad educativa. Y esta cadencia hacia lo más fácil y alejado de la excelencia está contagiando a no pocos. Machado lo intuyó: “¡Qué difícil es/ cuando todo baja/ no bajar también!”.