III.- EL ESTADO REAL DE LA CUESTIÓN

LA VULNERABILIDAD DEL MENOR VII
EL MENOR PREADOLESCENTE (cont.).
José Javier Castilla
notario
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas

        Aunque con muy diferente estilo y método de trabajo, se pronuncian en análogo sentido  COLEMAN y HENDRY [49] quienes, después de sentar como bases del desarrollo del menor: la continuidad entre las distintas etapas del mismo, especialmente infancia y adolescencia, la profunda y recíproca influencia individuo-familia, la necesidad de un enfoque multidisciplinar para el estudio de este desarrollo y de resaltar la idea del protagonismo que a los propios menores corresponde en el mismo, refiriéndose  ya a los efectos del divorcio sobre los hijos, centran su atención en los resultados de un trabajo de BUCHANAN  y colaboradores en 1996, sobre una muestra de 1.500 niños y jóvenes a los que se hizo un seguimiento durante seis años después del divorcio de sus padres. La idea de partida es que el divorcio, desde la perspectiva de los hijos, más que un acontecimiento es un proceso, que el conflicto en todo caso es perjudicial para los hijos, niños o jóvenes y que la magnitud de este perjuicio tiene mucho que ver, en la etapa posterior al divorcio, con el conflicto continuado entre los padres, los nuevos cambios familiares de cualquiera de los progenitores, en definitiva, la falta de estabilidad mantenida en el tiempo.

        En el libro "Los hijos y el divorcio" de NICOLAS LONG y  REX FOREHAND [50] , a pesar de tratarse de un manual sobre formas de superar el divorcio, que comienza, en su introducción, considerando "mito", entre otros, que el divorcio de los padres siempre tiene efectos negativos e irreversibles [51] sobre los hijos y después de apuntar que, en Estados Unidos, cada año más de un millón de niños se enfrentan al divorcio de sus padres, el índice del mismo, en su sucesión de capítulos, no deja de producir el efecto de un negativo de fotografía que, a contrario, nos da la imagen de la desolación generada por el divorcio en los hijos. Son cincuenta las "recetas" contenidas en el manual, por lo que no cansaré al lector con todas ellas, pero vale la pena hacer una relación de ellas suficientemente extensa como para percatarse de la magnitud de la catástrofe que, digan lo que digan los autores, supone el divorcio para los hijos:: "No discutas con tu exesposo delante de vuestro hijo";" No utilices a tu hijo como mensajero o espía"; "No utilices a tu hijo como aliado"; "No limites lo que tu hijo puede contar a tu excónyuge"; "No critiques a tu excónyuge delante de tu hijo"; "Vuelve a definir la relación con tu excónyuge"; "Fomenta la relación con el padre que no tiene la custodia"; "Asegura el contacto entre tu hijo y su otro padre"; "Intercambio del niño sin problemas"; "Cambia la forma que tienes de pensar en tu hijo"; "Prepárate para las comparaciones"; "Mantén los pagos de manutención de menores"; ""Minimiza los cambios" ; "Anima a tu hijo a expresar sus sentimientos"; "Mantén siempre la misma disciplina"; "Desarrolla la autoestima de tu hijo"; "Ármate de paciencia y recobra la calma"; "Nunca culpes a tu hijo del divorcio"; "No compenses en exceso por el divorcio"; "No abrumes a tu hijo con tus problemas"; "No compares a tu hijo con tu excónyuge negativamente"; "Acepta el amor de tu hijo por su otro padre"; "Ayúdale a afrontar que el otro padre se desentienda"; "Busca ayuda profesional si tu hijo lo necesita"; "Piensa en cuándo y cómo presentar a tus citas" y "Afronta eficazmente nuevas combinaciones familiares". No creo que sean necesarios los comentarios…

        De un modo igualmente indirecto, pero muy ilustrativo, nos sirve la descripción que de la "buena familia", como candidata a la adopción, hace JESÚS PALACIOS [52] cuando dice que deberá tener "…capacidad para atender de manera estable a las necesidades físicas, psicológicas y sociales de niños y niñas, compromiso emocional intenso y duradero con ellos, dedicación responsable y continuada a su bienestar y desarrollo". Nótese que, en una descripción  de apenas cinco líneas aparece en tres ocasiones la referencia a la estabilidad. Pues bien, el divorcio es la quiebra de la misma y el inicio de una etapa en la que, el "rehacer su vida" de cada progenitor, supone una acumulada asunción de riesgos en este sentido para los hijos.

        Vale la pena que dediquemos un esfuerzo especial a determinar y concretar esos daños inmediatos, que el divorcio o separación de los padres produce en sus hijos menores, haciéndolo con la máxima prudencia y rigor, esto  es, apoyándonos en datos contrastados de experiencia comparativa, más que en especulaciones teóricas. Para ello contaremos con el trabajo realizado por BENGOECHEA MARIN [53] sobre  un total de 1.441 niños: 905 pertenecientes a familias intactas (grupo de control) y 536 hijos de padres separados, distinguiendo entre estos últimos tres grupos: 102 correspondientes al grupo experimental de juzgado, formado por niños cuyos padres tramitaban en ese momento la separación (grupo experimental de juzgado); 332  correspondientes a hijos de padres separados residentes en centros en régimen de internado (internos); y 109 niños en guarda y custodia de uno de sus progenitores separados (acogidos).

        A su vez los niños se distribuyen, en todos los casos, en cuatro grupos, según la edad. Siempre las pruebas fueron realizadas de forma anónima y voluntaria. Los resultados de los análisis efectuados se muestran en un total de cuarenta tablas, de las que el autor saca valoraciones, apoyadas en todo caso en los datos empíricos de estudio y de las que, sin que lo omitido altere, restrinja, condicione o modifique lo inserto, se pueden recensionar, como más relevantes a los efectos de nuestro estudio, las siguientes:

        1.- "La inteligencia, como capacidad de rapidez de comprensión  y aprendizaje de ideas, particularmente en los niños internos, resulta significativamente inferior en todos los niveles de edad y escolarización, no sólo con respecto a los niños  de familias intactas, sino también en comparación con los otros grupos experimentales de niños del divorcio. [54] "

        Esta observación empírica encaja con la idea de que la familia es el entorno natural más conveniente al menor para el desarrollo de sus capacidades y que la privación total de la misma, internado con ruptura familiar, es peor que la privación parcial, la ruptura familiar.

        2.- "En lo referente a las otras dimensiones: sumisión, timidez, inhibición social, sentimientos de dependencia, inseguridad y culpabilidad, son los rasgos que se detectan en los niños de edades más tempranas de nuestro estudio, para ir pasando hacia aquellos otros aspectos de ansiedad, excitabilidad, agresividad, desatención por las normas etc. en edades posteriores. Nuestros datos se corresponden con los mencionados por autores como Hetherington y otros 1982, 1985; Wallerstein y Nelly, 1980; Bray, 1988; Zill, 1988."

        Nótese como el uso de razón va gradualmente convirtiendo el desconcierto del hijo ante semejante quiebra de su universo de seguridades, en creciente protesta por la injusticia que ello supone respecto de su desarrollo personal,  aunque esto no se exprese con claridad ni coherencia por el adolescente.

        3.- "Los hijos de preescolar, al no ser capaces de valorar acertadamente la situación del divorcio, sus consecuencias, pueden culparse ellos mismos del divorcio, temer el abandono de sus padres, percibiendo equivocadamente las emociones, necesidades y comportamientos de éstos y tratar de reconciliarlos."

        En las edades más tempranas, la incondicionalidad del menor es tan absoluta en sus papás que tiende, de modo patéticamente surrealista, a autoinculparse de aquello de lo que, en realidad, es la gran víctima y su necesidad de afecto y estabilidad de ambos tan grande, que intentará la reconciliación, ajeno a cualquier otra valoración, distinta del cariño que les tiene y necesita que se tengan. Lo que resulta muy difícil de valorar es el alcance de la herida que todo ello produce en  la personalidad "in faciendo" del hijo y hasta dónde llegarán los efectos de la misma en su propia biografía. Cuando ya sea adulto, sin duda producirá sus efectos el hecho de que en la fragua de su personalidad se produjo este mensaje "educativo".

        4.- "Durante el proceso de divorcio se ve más afectada la personalidad del niño que en tiempo posterior, lo que indica que esa fase se caracteriza por una mayor convulsión psíquica".

        En realidad lo que se puede afirmar con rigor es solamente la parte final del aserto: una mayor convulsión psíquica. En cuanto a la incidencia del divorcio en la personalidad del niño, y del adulto que llegará a ser, no creo que sea tan sencillo establecer el efecto real del divorcio de sus padres. No me cansaré de insistir en el efecto educativo que, dada la plasticidad del menor, tienen todos los hechos que, durante su desarrollo se producen, muy especialmente los relacionados con el núcleo de sus seguridades y afectividad: sus padres.

        5.- "Los niños de cualquier edad, a excepción de un pequeño número de adolescentes,  (14 sujetos), expresan una significativa depresión en sus diversas manifestaciones, a causa del divorcio de sus padres. Nuestros resultados se corresponden con los obtenidos por otros investigadores como Hetherington (1979); Chethik (1986); Ríos González (1976)…una de las repercusiones inmediatas es la de "entrar en pena" que lleva a la apatía, tristeza, deseo inconsciente de morir o tendencia a no estructurar de modo alguno un modelo de vida…"

        La depresión es una de las fuentes de padecimiento mayor que pueda darse. Quienes la han padecido afirman que prefieren cualquier dolor físico al que supone este sufrimiento psíquico. Si a ello unimos la inocencia total en la etiología de la misma y la indefensión e impotencia en orden a darle solución, nos haremos cargo, en un grado más, de la realidad de lo que supone el divorcio para los hijos y quizás de ello pueda salir una reflexión sobre la responsabilidad moral que supone el provocar semejante sufrimiento en aquellos  respecto de los cuales, voluntaria y libremente, hemos asumido la obligación de criarlos, educarlos y sacarlos adelante.

        6.- "Otro de los efectos del divorcio es la inadaptación tanto personal como escolar y social que sufre el niño. Después del período de crisis del divorcio, algunos hijos muestran una extraordinaria capacidad para adaptarse, otros sufren continuos retrasos evolutivos o trastornos, otros parecen adaptarse bien en las primeras etapas de la reorganización familiar, pero presentan efectos retardados que surgen con posterioridad, con especial incidencia en la adolescencia."

        Lógicamente el estudio limita su observación al tiempo en que ésta se produce: el del divorcio o el del tiempo inmediato posterior al mismo. Como anteriormente apuntamos y posteriormente expondremos, ello no significa que se agoten en el mismo los efectos del divorcio, en los hijos de la familia que se desestructura.  Estos efectos se pueden medir no solamente en términos de patologías, que también las habrá, sino, sobre todo, en términos de plasticidad de personalidad fraguada, con la experiencia traumática y docente del divorcio, para la personal escala de valores del hijo que lo padece. La visión del matrimonio, de la superación de las dificultades de la convivencia conyugal, del  divorcio como opción vital  en la propia biografía, no será la misma cuando el ejemplo de vida que uno ha vivido es el del divorcio de sus padres. Ello se traduce en las estadísticas relacionadas en "Modelos de Familia" [55] y que nos llevan a la evidencia de que el divorcio genera divorcio y como fenómeno social tiende a expandirse porcentualmente en la sociedad que le da cabida normativa, tal como tendremos ocasión de analizar posteriormente.

        Al describir los perjuicios ocasionados por el divorcio a los hijos menores no podemos pasar por alto el que se ha dado en llamar "Síndrome de alienación parental" [56]  o S.A.P. Podemos describirla como una patología de las relaciones paternofiliales, provocada por uno de los progenitores, que induce al hijo a la fobia del otro. Su marco específico es el de una ruptura de pareja en la que uno de los progenitores,  generalmente el titular de la guarda y custodia del hijo, hace una utilización perversa de su enorme capacidad de influencia en el hijo menor, para hacer daño al otro.

        La importancia  porcentual cuantitativa del fenómeno, según KOPETSKI, (citado por Tovar en trabajo al que aludiremos por extenso),  en un estudio de seguimiento de 413 familias inmersas en procesos de divorcio contencioso, es de un veinte por ciento de los casos (20%), lo que significa que felizmente no es un fenómeno generalizado, pero tampoco irrelevante, sobre todo habida cuenta de la gravedad del mismo, respecto de los menores afectados.

        Desde la exclusiva perspectiva del daño que tal actitud produce en el hijo, resulta impresionante constatar hasta qué punto la plasticidad receptiva de un hijo pequeño puede  provocarle desvíos afectivos hasta el surrealismo.

 La vulnerabilidad de los hijos, cuando quien toma una iniciativa dañina es uno de sus progenitores, crece de un modo exponencial.

        Siguiendo a TOVAR ESCUDERO [57] , de los trabajos españoles realizados sobre el tema, sobre niños y niñas con una media de edad de diez años, que el autor describe con gran detalle de número, fechas y contenidos, resultan los siguientes síntomas de alienación parental, que cito literalmente, aunque de modo parcial, en lo necesario para trasladar al lector una idea suficientemente aproximada del tipo de daño que supone para el menor (por supuesto que también para el progenitor rechazado, pero no es el objeto de nuestro estudio) esta patología inducida por su progenitor/a:

        1.- Campaña de desaprobación e injurias… En la mayoría de los casos alcanzan un grado de dureza inusitado, es decir, no solamente impropio de la relación paterno-filial sino, muy probablemente, jamás empleado en ninguna de las relaciones personales que estos niños mantengan… Las expresiones verbales oscilan entre el insulto directo… y el desprecio… pasando por la total indiferencia… Se acompañan de profundo rencor… y se proyectan hacia el futuro…

        Las expresiones de rechazo suelen asociarse a conductas violentas y agresivas, que pueden alternarse con otras de total pasividad y displicencia…

        Entre los múltiples reproches… no faltan las falsas acusaciones de abuso sexual… Según RUIZ TEJERO, en los casos de alienación parental, y a diferencia de los casos de abuso real, los niños buscarán una confrontación directa con el presunto agresor, sobre todo, si se encuentran en presencia del denunciante, esto es, del progenitor causante de la alienación parental.

        2.- Explicaciones débiles y frívolas o absurdas para justificar el desprecio….

        3.- Dicotomía radical en la valoración de los padres...

        4.- Fenómeno del pensador independiente. Consiste en que los niños, incluso de corta edad, afirman orgullosamente que sus opiniones son solo suyas, propias, y que nadie les ha influido en lo que sienten…

        5.- Apoyo y defensa incondicional del progenitor alienador [58]

        6.- Ausencia de remordimientos o sentimientos de culpa… Con extrema frialdad y dureza afectiva, que contrasta con el mutuo afecto y cariño que, hasta entonces, había estado presente en la relación paterno-filial, estos niños se vuelven insensibles a todos los acercamientos del progenitor que odian…

        7.- Argumentos y frases repetidas… que no forman parte de su lenguaje habitual…

        8.- Extensión del odio a la familia extensa…"

        Esto por lo que se refiere a la manifestación inmediata de esta patología, pero es que, además de estas conductas, ya de por sí alarmantes, habría que investigar el proceso interior que lleva a los niños afectados a semejantes comportamientos y fobias y, como acertadamente hace notar el autor citado, las consecuencias que esta patología producirá en el adulto que la padeció en su infancia. Todos los estudios citados son muy recientes en el tiempo, años 2003 a 2006. Queda pendiente un estudio longitudinal biográfico de los menores afectados. La infancia es permanente aprendizaje y gradual fragua de la personalidad del futuro adulto. La manipulación perversa de la capacidad de influencia del progenitor para dañar al otro progenitor a través del hijo común, transmite a éste la experiencia de que para resolver los conflictos familiares la vía a seguir es el odio y el resentimiento, la confrontación directa y la destrucción del otro. Verdaderamente una mala escuela pero profunda y por tal eficaz.

 Como tenemos dicho en otra parte de este trabajo, ello no significa un determinismo negativo obligado de todo adulto, que en su infancia haya padecido este uso perverso de la influencia parental.  Pero sí es cierto  que, en la carrera de obstáculos que supone la maduración equilibrada de una personalidad de adulto, la víctima del SAP tiene un hándicap especial, que requiere un tratamiento multidisciplinar  o, mejor, polifacético, y un especial esfuerzo de su radical libertad, para corregir el profundo desvío que supone semejante envenenamiento afectivo. A corto plazo será el apoyo psicológico prestado al menor, para conseguir el desmantelamiento de la influencia perversa, salvando siempre, en lo posible, la figura del progenitor manipulador que, no se olvide, es su único referente de apoyo afectivo profundo y radical.  A medio plazo será un proceso reeducativo, con especial atención a los valores afectivos dañados, en relación al progenitor atacado en particular y en relación al modo de proceder para resolver los conflictos que, como adulto, deba en su día afrontar. Tendrá una enorme importancia, en orden a la eficacia de la recuperación del daño, la acción sobre los progenitores, especialmente el manipulador, haciéndoles conscientes del perjuicio que producen a su hijo y ayudándoles a canalizar el afecto que sin duda le tienen, por una vía que permita rectificar los errores cometidos. Todo esto, evidentemente, es muy difícil  en la práctica, supone el estudio y conocimiento de la personalidad de cada uno de los protagonistas, muchas horas de actuación prudente, paciente y clara, junto con la idea elemental de que un menor es un proyecto biográfico en marcha  e incidir sobre el mismo no constituye una ciencia exacta.

 

[49] JOHN C. COLEMAN y  LEO B. HENDRY "Psicología de la adolescencia"  Ediciones Morata, Madrid 2003: pag. 22 y pags.93 y ss.

[50] NICOLAS LONG y  REX FOREHAND "Los hijos y el divorcio. Mcgraw-Hill Companies, inc.. Traducción de Cristina Nevado 2002.

[51] Quizás se salva la frase por la inclusión de la palabra "irreversible" ya que, en el hombre, ser esencialmente relacional, dinámico y  libre, nada es irreversible y todo es gradual, con distintitos grados de reversibilidad, pero la idea que subyace en el contexto de la frase, parece más pensada para atraer lectores que para describir la realidad de lo que ocurre en los niños con el divorcio de sus padres. La prueba de ello la constituyen los propios enunciados de los capítulos que se transcriben.

[52] JESÚS PALACIOS en artículo publicado en el diario "El País", el  28 de septiembre de 2000. Es una lástima que en dicho artículo, después de tan certera y acertada  relación descriptiva de lo que, en términos de protección al menor, aporta la familia, el autor  sostenga que las preferencias sexuales  o las creencias religiosas no son relevantes en este sentido. La realidad es que lo son,  precisamente en la medida en que inciden en esa estabilidad, de un modo negativo estadísticamente comprobado en el caso de la homosexualidad, según quedó constatado por extenso en "Modelos de Familia" y, en cuanto a las creencias religiosas, salvedad hecha de la incoherencia de creyentes, lo cual es una cuestión de hecho "ad casum", tampoco es irrelevante cuáles sean estas y qué posición tenga el menor en  la escala de valores resultante de las mismas.

[53] PEDRO BENGOECHEA MARIN "Un análisis exploratorio de los posibles efectos del divorcio en los hijos" Psicothema, 1992, vol. 4 nº 2 páginas 491 a 511.

[54] El autor matiza la afirmación transcrita, diciendo seguidamente: "Se ha de entender no como una infradotación, sino más bien, como un ejercicio disminuido de la capacidad para las tareas escolares debido a las tensiones y traumas familiares".

[55] Ob. cit. pag. 326.

[56] RICHARD A. GARDNER,  profesor clínico de psiquiatría en la división psiquiátrica infantil de la Universidad de Columbia, acuñó la expresión indicada en un artículo sobre el tema publicado en 1985.  Publicó otra monografía sobre el mismo tema en 1992, fruto de una amplísima experiencia clínica  práctica.

[57] CARLOS TOVAR ESCUDERO "Manifestaciones y expresiones de los niños afectados por alienación parentalen estudios españoles. Una aproximación cualitativa al síndrome de alienación parental (SAP)."  En obra colectiva  "Aspectos actuales de la protección jurídica del menor" Aranzadi 2008. Pags. 113 y ss.

[58] En este sentido el autor cita a AGUILAR, que describe el caso de un niño que se queja de que su padre ha perdido interés por él. Cuando le muestran 30 burofax de su padre, interceptados por su madre, contesta  que eso es sólo apariencia y justifica a su madre, que "siempre hace lo mejor para mi".