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A lo largo de todas las normas citadas en el apartado anterior, que no se trata de descalificar, existen loables intentos de mejora en la situación jurídica de los menores, progresos en los conceptos, declaraciones programáticas en distintos niveles normativos del principio del interés del menor, nuevos derechos ejercitables por los menores [21], nuevas facultades del Ministerio Fiscal, en orden a la persecución de las actividades dañosas para estos, etc., pero sucede que, en la realidad práctica del desarrollo vulnerable del menor, desde el menor mínimo enclaustrado en el útero materno, en las primeras fases de su desarrollo, hasta las últimas fases de la adolescencia, la protección de los riesgos derivados de más del noventa por ciento de su vulnerabilidad, queda encomendada por la naturaleza, como labor tuitiva de protección, a su familia más inmediata, a sus padres fundamentalmente y ocurre, que en los mismos años en que se ha publicado todo este "bosque normativo de protección", se han publicado normas que suponen una patente de corso para atentar impunemente contra la vida o la integridad del menor mínimo, normas disgregadoras del matrimonio de sus padres, ya que incentivan las desestructuraciones familiares, admitiendo las iniciativas unilaterales de ruptura, sin expresión alguna de causa y con irrelevancia total de la existencia de hijos, normas que desconocen los derechos del menor mínimo en relación a su propia vida, integridad, identidad y al derecho a conocer a sus padres biológicos… Conclusión: es impresionante la cantidad de normas que, en los últimos años, se han publicado, tanto a nivel nacional como internacional, sobre el tema de la protección a los menores y más impresionante todavía el desenfoque de dichas normas, de prácticamente todas ellas, sobre las causas de mayor dolor y perjuicios a los menores: su vida, su paternidad y maternidad conocidas, su estabilidad familiar imprescindible para un adecuado desarrollo y las consecuencias de esta didáctica perversa en el perfil de la personalidad del adulto resultante. Diríase que la mala conciencia de la sociedad sobre esta cuestión, le hace disfrazar sus patéticas carencias con la vestidura de una infinidad de normas, llenas de inoperancia práctica, respecto de los problemas reales más graves en términos de felicidad constatable, que, esta misma sociedad, a través de otras leyes, menos numerosas pero increíblemente dañinas, les produce a los menores. Pero esta consideración merece ser estudiada con detenimiento en un apartado específico. Urge, por tanto, con apremios de honradez, completar el cuadro resultante de las pinceladas recogidas en el apartado anterior y denunciar los ataques e injusticias que sufre hoy el menor. En primer lugar, todo el apartado relativo a la mejora en los índices de mortalidad infantil, alimentación, atención sanitaria e instrucción cultural deben referirse exclusivamente a los menores del primer mundo. La inmensa mayoría de los menores habitantes del tercer mundo, padecen hambruna, cotas altísimas de morbilidad y mortalidad, desnutrición y todo tipo de carencias materiales. Además, en muchos países del tercer mundo, las agresiones directas a los menores toman formas, si cabe, más crueles que las hasta ahora conocidas. El fenómeno de los "niños soldado", apartados violentamente de sus respectivas familias y convertidos en asesinos manipulados ideológicamente, hasta cotas de insensibilidad y crueldad brutales, hijas de su desarrollo afectivo familiar truncado y sustituido por el miedo y las consignas del adulto manipulador, son de una profunda injusticia, que va mucho más allá de cualquier privación material. Los fenómenos de esclavitud infantil, con distintos objetivos de aprovechamiento injusto, laboral o sexual, siempre basados en la indefensión de estos, se producen con lamentable regularidad y referidos a cifras ciertamente preocupantes [22] . El sarcasmo que para todas estas facetas de la realidad supone la existencia de las Declaraciones sobre los derechos del niño antes recensionadas, ratificadas por la inmensa mayoría de los países en los que se producen estos hechos, no es pequeño. Pero no es el objetivo de este trabajo denunciar estos hechos. No quiere ello decir que tengan menos importancia, sino que el ámbito espacial en el que se produce este trabajo, es el de un país en el que no se dan estos abusos, o se dan en menor grado, pero en el que de ello, con frecuencia, se saca la quizás equivocada conclusión de que nosotros somos más civilizados y respetuosos con los menores. La realidad profunda, según tendremos ocasión de ir desentrañando a lo largo de estas páginas, es que el daño que reciben los menores en nuestra sociedad, no solamente es comparable sino, en muchos aspectos, más grave y radical, de un egoísmo, no referido a una minoría estadística de niños maltratados por una minoría de delincuentes depredadores de menores, sino de una mayoría de niños, profundamente dañados en su desarrollo vulnerable, siendo ese daño imputable a Parlamentos democráticos, que son representativos y representantes de una sociedad mayoritariamente degradada moralmente, en relación a este tema, en la que las propias familias, que por naturaleza debieran ser el refugio seguro de los menores, se han convertido en la mayor fuente de riesgos, de daño inferido al menor, atacando directamente su vida en el seno materno, manipulándolo como ser humano de un modo utilitario, contrario a su radical dignidad e identidad única, en muchas técnicas de reproducción artificial y de manipulación genética, privándole de la afectividad y estabilidad familiar necesarias para su normal desarrollo, a través de una cultura que regula el matrimonio y la familia, de espaldas a la realidad de responsabilidad asumida, que supone la existencia de un hijo, manipulándolo ideológicamente a través de determinados contenidos didácticos en su educación, bombardeándolo con una publicidad permanente, carente de valores y cargada de contravalores a través de los medios de comunicación, determinados videojuegos, etc… Se trata de poner el acento en los daños derivados de las actuaciones legales e incluso promovidas por el poder público. Creo, por tanto, que es importante distinguir, por su origen y autores, dos tipos de daños a los menores: De una parte están los daños producidos por actuaciones delictivas, en nuestro entorno nada desdeñables: la violencia juvenil, la pornografía infantil y la pederastia, tienen unos responsables minoritarios, aunque crecientes de un modo preocupante [23] y muy explicable, son perseguibles penalmente y tienen un tratamiento de rehabilitación o privación de libertad para los responsables y preventivo de educación, para que el fenómeno no crezca socialmente. Pero pienso que producen mayor daño a los menores, y a medio plazo a la propia sociedad, las actuaciones que, actualmente amparadas en la legalidad vigente, les truncan la existencia en sus primeros estadios por medio del aborto, la manipulan o simplemente la dañan en el desarrollo afectivo de su personalidad, a través de la masiva desestructuración familiar, de la manipulación educativa, etc. Es cierto, y así lo analizaremos en su momento, que ambos tipos de daño tienen raíces comunes, pero hay otra diferencia entre ellos que me ha llevado a centrar este trabajo en los que podríamos llamar daños derivados de la legalidad vigente. Los "daños delictivos" son "políticamente incorrectos" y por tanto, todo el mundo está de acuerdo en su condena, persecución y, en la medida de lo posible, erradicación. Otra cosa es que se pongan los medios verdaderamente eficaces para conseguirla. Pero, en el caso de los "daños legales", ocurre que son "políticamente correctos", se aceptan como coordenadas de vida que el menor debe asumir, al mismo nivel de las que impone la naturaleza: necesidades biológicas, morbilidad e incluso mortalidad… Esta perversa y dañina asimilación, es la que me propongo combatir con toda la fuerza de argumentación y lógica de la que sea capaz porque, en lo más profundo de este planteamiento, yace una gran mentira que debe denunciarse: no es cierto que no podamos mejorar estas coordenadas de sufrimiento de nuestros pequeños. Podemos y debemos hacerlo. En ello hay mucho en juego, no solamente la vida y la felicidad a la que tienen derecho esos menores, también la integridad moral de los adultos que respetan o no a sus menores y, derivado de todo ello, la salud moral de la sociedad resultante y su capacidad de permanecer y perpetuarse en el tiempo o, por el contrario, su propia decadencia y desaparición. Encaja perfectamente en la situación descrita, la que resulta profética frase de Martin Luther King: “Nuestra generación no se lamentará tanto de los crímenes de los perversos como del estremecedor silencio de los bondadosos”. Tengo para mi que si Occidente no corrige de un modo profundo los desmanes que viene cometiendo legalmente con su repuesto generacional, que eso son, aparte de otras consideraciones, los menores, pagará la factura inexorable del progresivo declive y perderá la hegemonía cultural e incluso económica de la que ha disfrutado durante siglos. Para que nuestros hijos sean fuertes, generosos, competentes, luchadores, equilibrados y socialmente integrados, deberemos formarlos así. Si, por el contrario, les recibimos con el filtro asesino del aborto, les educamos en el más feroz individualismo egoísta, les negamos el afecto profundo y estable de una familia en la que cada uno vive para los demás, les facilitamos todo lo material y les negamos la formación de un espíritu grande y generoso, es estadísticamente seguro que surgirán generaciones cada vez más "dañadas", débiles, consumistas, pequeños en todos los sentidos, salvo el físico quizás, y a perpetuidad… Para entender en qué consiste el desarrollo normal, adecuado del menor es preciso huir de dos planteamientos extremos igualmente falsos: el de pensar que el resultado, optimizado o frustrado, venga determinado exclusivamente por los factores favorables o desfavorables externos al menor, o el de pensar que dichos factores, en cuanto incontrolables, deben resultar en la práctica considerados como condicionantes “naturales”, sobre los que no vale la pena siquiera el plantearse una acción destinada a su mejora. En el primer caso, la falsedad tiene su raíz en el desconocimiento de un factor esencial en el desarrollo del menor: la libertad de éste; la emergente personalidad que va tomando progresivamente el timón de la nave que se hace y decide sobre su propio rumbo, con todas las limitaciones y obstáculos que se quiera, pero con una capacidad, más profunda que todos ellos, de decidir sobre uno mismo, de modo que, a pesar de las más adversas condiciones externas podrán darse, y se dan, personas equilibradas, que desarrollan su personalidad corrigiendo y mejorando todos los desvíos que la vida les ha puesto en el camino y, a la inversa, quienes partiendo de un contexto de talentos personales, ambiente familiar y social favorables, han frustrado sus potencialidades, ejerciendo su libertad en un sentido destructor [24] . En el segundo caso la raíz de la falsedad estriba en considerar que no procede actuar protegiendo al menor de los daños que se le infieren, como consecuencia de determinados comportamientos "legales" de los adultos: desde el deterioro del trato en el ámbito de la familia, hasta el bombardeo sistemático de contenidos televisivos o de Internet, claramente dañinos para los mismos, por considerar que todo ello forma parte de la realidad inevitable, y asimilarlo a las coordenadas “naturales” en las que debe producirse tal desarrollo. Estas consideraciones deben tenerse siempre presentes, a la hora de valorar los riesgos y daños producidos a los menores, que serán objeto de examen en los próximos capítulos, evitando conclusiones erróneas, tanto de siniestro irreversible en el adulto resultante, como de ninguneo apriorístico de tales daños o riesgos. Para ordenar la exposición, haremos un esfuerzo sistemático, distinguiendo en la cronología del desarrollo del menor, tres etapas: el menor mínimo o intrauterino, el preadolescente y el adolescente. No se trata de una clasificación rigurosa y exacta, sobre todo en lo que respecta a las dos últimas etapas, preadolescente y adolescente, sino únicamente de un pretexto aproximativo para ordenar y sistematizar la exposición de las distintas fuentes o causas de posible daño al menor. Es evidente que los daños producidos, aun en el caso de que se generen durante una determinada etapa del desarrollo, lo cual no siempre ocurre ya que, según tendremos ocasión de ver, en algunos casos se pueden generar en cualquiera de ellas, suelen extender sus efectos a las siguientes, pero también es cierto que pueden, las indicadas, ayudarnos a clasificar los riesgos de vulnerabilidad. | |||||
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[21] Por cierto, qué desconexión de la realidad el elenco
de Derechos del menor, del pomposo Título [22] *
Algunos datos sobre la esclavitud laboral infantil.- GINEBRA/NUEVA
YORK, 12 de junio de 2002 -- Alarmado ante las nuevas cifras que
indican que uno de cada seis niños y niñas trabaja, entre ellos
millones de jóvenes que se encuentran en condiciones cercanas
El anuncio se produjo como respuesta a un importante informe publicado hoy por
“Que haya tantos niños que se vean obligados a trabajar – y a soportar los sufrimientos y los malos tratos que con frecuencia se producen en esta situación – es más que simplemente inaceptable. Es algo intolerable. Estos niños tienen necesidad de aprender y desarrollarse, y no de trabajar simplemente para poder sobrevivir”, señaló Carol Bellamy, Directora Ejecutiva del UNICEF. “Los gobiernos deben tomar iniciativas decisivas. Han firmado tratados internacionales que prohiben este tipo de prácticas. Ha llegado la hora de que respeten sus obligaciones. Y hoy es el mejor día para comenzar, durante el primer Día Mundial sobre el Trabajo Infantil”. Según el informe de * Algunos datos sobre esclavitud sexual infantil, nos los proporciona la página web "en buenas manos. com": Las cifras siempre son frías e impersonales, pero
nos permiten hacernos una idea global sobre aquello a lo que nos
estamos enfrentando. Sólo en La realidad En las grandes potencias mundiales como Estados Unidos y Canadá se prostituye en la actualidad a cerca de 100.000 menores (20.000 en la ciudad de Nueva York). Al menos otros 100.000 son explotados en la "industria" de la pornografía infantil. En España, según datos facilitados hace dos años por la entonces Delegada del Gobierno del Ministerio de Asuntos Sociales, Amalia Gómez: "La prostitución infantil alcanza al menos a 5.000 menores en España". Se han desarticulado redes de tráfico de menores en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga, Alicante, Pamplona, Guadalajara. Mallorca, Melilla y Canarias. El motor principal de la prostitución infantil en muchas
zonas es el turismo sexual. Sus practicantes son también los mayores
consumidores de pornografía infantil, y proceden fundamentalmente
de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Australia y Japón. Según
[23] En cuanto [24] . En este sentido, J.C. COLEMAN y L.B. HENRY en su libro "Psicología de la adolescencia" Ediciones Morata, Madrid, 2003, pag. 23, afirman que los individuos son productores de su propio desarrollo, argumentándolo del siguiente modo "Se trata de uno de los principios clave del contextualismo evolutivo. Se destaca aquí el papel que todos los individuos, de cualquier edad, desempeñan en el moldeado de su propio desarrollo. Este principio innovador tiene considerables implicaciones para la investigación en ciencia social. Aunque, por lo general, se puede aceptar que el desarrollo del niño y del adolescente se deriva de una interacción de diversas causas, la idea de que el joven individual es un "agente activo" en el moldeado o determinación de su propio desarrollo no ha formado parte en términos generales del pensamiento de los investigadores en este campo. Sin embargo este principio esta ejerciendo ahora un profundo efecto sobre el pensamiento y las obras de quienes estudian el desarrollo humano…" |