Narnia, una interpretación para padres de familia (1 de 7)
“Homo per virtutes iustificatur”
(Santo Tomás, II-II, q.4 a 5)
Francisco Sunderland
Colección Las crónicas de Narnia (7 libros + lámpara)

 

Catequesis

        Leer los libros sobre Narnia y ver la película “El León, la Bruja y el Ropero” causaron en muchas personas una fuerte impresión. Quien se acercó a Narnia intuyó que allí había mucho más que aventuras fabulosas o cuentos entretenidos.

        En esta serie de artículos se narra lo que Narnia pudo haber evocado en la mente y en el corazón de un público católico. Tanto los libros como la película pueden ser utilizados como medios catequéticos. Precisamente estas líneas quieren ser una voz de fe; quieren ser un comentario católico en medio de la familia que esté disfrutando de la película producida por los estudios Walt Disney.

        Estas notas, que podríamos llamar una “pequeña guía para padres”, nacieron accidentalmente. Niños de once y doce años son los verdaderos autores de estos comentarios e ideas. Estas ideas vienen en ayuda de los padres que quisieran aprovechar un momento de entretenimiento para infundir en sus hijos el amor hacia su fe católica.

        Varios grupos de niños se reunieron para ver la película. Sabían que verían el film, pero que lo detendrían en varias ocasiones para tratar de entender la enseñanza que tal o cual escena les dejaba como católicos. Los resultados asombraron pues con cada nuevo grupo de niños surgían nuevas y más profundas reflexiones. “El León, la Bruja y el Ropero”, es una de esas pocas películas que pueden verse diez veces y aún no agota su contenido pedagógico, didáctico o catequético.

De utilidad para los padres

        El autor de los libros sobre Narnia no era un hombre católico; era meramente cristiano. Por ello, lo que los niños vieron en la película probablemente no es lo que el autor quería dar a entender. Tal vez los niños estuvieron lejos del significado original del autor. Pero los niños no pretendían interpretar la intención original del autor. Ellos querían fortalecer y comprender mejor su fe ayudados por una película que les inspiraba elementos de verdad, de bondad y de belleza. Como niños formados en una escuela católica, veían espontáneamente el simbolismo y el significado de ciertos pasajes.

        Sin embargo durante las reuniones de los niños para ver la película se notaba que en algunos puntos clave del film, una buena sugerencia de lo que tal o cual elemento podría significar, les llevaba a una vivencia más profunda de la película.

        Esta labor de sugerencia es para los padres del niño. Si los padres se sientan a ver ésta y otras películas o programas de televisión con sus hijos, serán capaces de convertir un momento de convivencia en un momento formativo.

        Ojalá que las siguientes líneas sean de utilidad a los padres de familia la próxima vez que vean “El León, la Bruja y el Ropero” con sus hijos. Sería también maravilloso que estas notas fuera una motivación para tomar en mano el Catecismo de la Iglesia Católica y la Biblia para profundizar la propia fe. No hay mejor estudiante que aquel que quiere aprender.

Las virtudes cardinales

Las cuatro virtudes cardinales

        Vayamos por orden, según se va desarrollando la película. Una primera reflexión vino en la estación del tren. En el momento en que los Pevensies se despedían de su madre y se subían al vagón. ¿Por qué son cuatro los niños? Es decir, el autor pudo haber escogido cualquier número de hijos para el matrimonio Pevensie, pero escogió cuatro.

        ¿Qué cosa importante puede asociarse con el número cuatro?

        Cuando decimos uno tal vez se piensa en Dios. Tres evoca tal vez al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo o incluso a las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.

        A nosotros (cuando se dice “nosotros” en este texto, también se hace referencia al grupo de niños que vieron la película y que la interpretaron). el número cuatro nos recordó las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

        Decimos que cada Pevensie representaría una de estas virtudes. Decidir qué niño representa cuál virtud fue fácil después de reflexionar un poco, pero al inicio hubo controversia entre los que veíamos la película.

        Al final concluimos que Peter debía ser la prudencia porque lo que hace principalmente Peter es mandar: él está a cargo de sus hermanos. El Catecismo dice que “es llamada ‘auriga virtutum’: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida”.

        Susan debía ser la templanza porque era la más cautelosa. El Catecismo nos recuerda que en el Nuevo Testamento también la llamamos con los nombres de “moderación” y de “sobriedad”.

        Lucy, la fortaleza, porque de todos era la más “lanzada”, la más valiente. Qué bien describiría a Lucy el Catecismo cuando dice de la fortaleza que “asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien”.

La justicia de Edmund

        Al principio no estaba muy claro que Edmund era la justicia, pero nosotros ya sabíamos que al final de la película Aslan lo llama “el justo”; además era la virtud que sobraba así que esa debía ser Edmund. Delante de Aslan, Edmund fue justo pues supo que delante de Él era justo reconocer las propias faltas y así lo hizo. Esto ayuda a entender ese paso del Catecismo que dice que “la justicia para con Dios es llamada ‘la virtud de la religión’”. Pero también delante de los demás Edmund se mostró al final justo porque, como dice el Catecismo, “la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común”, y esto es lo que estaba haciendo Edmund cuando se presentó al combate al lado de su hermano.

        Otro argumento de que los niños son las virtudes está en que la templanza y la fortaleza son niñas, mientras que la prudencia y la justicia son niños. Efectivamente, las dos primeras virtudes se relacionan con la parte sensitiva del hombre, las dos últimas, no. Como todos saben, las mujeres se distinguen entre otras cosas por su sensibilidad, sin quitar que los hombres sean también sensibles; unos más y otros menos.

        Asignar a cada niño una virtud hace que la película se vea con nuevos ojos porque en ese momento la historia pasa de ser una aventura simple, entendiendo por simple cosas que son como se ven, a una aventura espiritual donde cada persona, cada ser, puede representar “algo más”.