Un nuevo hermanito
Enrique De Grassa
Abogado. Presidente de la Asociación de Padres del Centro de Educación Infantil UMEDI de Bilbao.
Más allá del sí, te quiero
Aníbal Cuevas

Una locura

         Antes de empezar, quisiera hacer una previa confesión para que quien lea estas líneas entienda su porqué. Y el motivo no es otro que trasladar por escrito la reconfortante experiencia de comunicar a mis hijos pequeños (4 y 3 años) la noticia de que venía al mundo una nueva hermanita.

         Esta circunstancia me ha ayudado a querer más a mi mujer, querer más a mis hijos y querer más a Dios.

         Muchos, al conocer que íbamos a tener un tercer hijo, se asombraron, otros nos recriminaron y criticaron preguntándonos si estábamos locos (bendita locura), otros, que tampoco lo entendieron con un segundo hijo tan seguido, esta vez callaron y otros, los menos, vieron en la buena noticia la mano de Dios.

         Indudablemente y desde mi visión, y la de mi mujer, la vida es un milagro y los hijos son un don de Dios y no un derecho del hombre o de la mujer, como ahora pretende imponerse, a ser padre o madre.

         Y así hemos intentado, y creemos haberlo conseguido, transmitírselo a nuestros hijos cuando nos preguntaron qué tenía mamá en la barriga, cómo había llegado ahí y porqué papá y mamá iban a tener otro niño.

La sencillez de los niños

        La explicación, ha sido muy simple, sin complicaciones de cigüeñas, abejas y flores; y así, llegado el día en que surgió la pregunta, la respuesta fue sencilla, tan sencilla como que la nueva hermanita estaba ahí a consecuencia del intenso amor de papá y mamá y de la alegría de Jesús, al vernos, que ha querido que la tuviésemos en casa.

         Los hijos está claro que afectivamente nos enriquecen y la pregunta, que podría quedar en la mera anécdota, nos ha permitido reflexionar, pararnos un momento y pensar, apreciar y valorar lo que podría parecer “algo evidente” y, como he dicho más arriba, nos ha servido, me ha servido, a querer más.

         Los niños, que ni son tan complicados ni tan enrevesados como nosotros, esta idea la han entendido perfectamente y ahora ven en su hermana, e insisto, a un nivel muy sencillo, una participación directa de Dios en nuestras vidas, en nuestra familia.

Sin esperar nada a cambio

        En absoluto quiero decir con ello que las otras explicaciones sean peores, o mejores, sino que sería bueno no despreciar algo tan poco valorado en una sociedad excesivamente materialista y consumista en la que buscamos siempre algo a cambio de algo, algo como es la mutua entrega y el Amor “que todo lo puede” y que puede dar respuesta a muchas preguntas e interrogantes de nuestros hijos.

         Si queremos a nuestros niños con locura, ¿por qué avergonzarnos de hablarles de ese amor?; el ejemplo de los padres debe ser completo y si esperamos que aprendan de nosotros el orden, los buenos modales, el respeto…, no minusvaloremos la posibilidad de enseñarles activamente también a querer y a que ellos son fruto de ese amor sin condiciones.

         Así contribuiremos a conseguir que nuestros pequeños también sepan amar sin esperar nada a cambio y a entregarse a los demás simplemente por amor y para llenar de alegría a Jesús que, como ellos dicen, “lo ve todo desde el Cielo”.