Corazón loco
Josep Tàpies
Cátedra de Empresa familiar del IESE
Universidad de Navarra
Expansión (Madrid)
Amor en las ruinas
Walker Percy

 

 

Empresa y familia, familia y empresa

        En los años cuarenta la radio en España hizo muy popular la canción de Antonio Machín Corazón Loco. En la letra había una parte en la que Machín cantaba: “No puedo comprender, cómo se pueden querer, dos mujeres a la vez, y no estar loco...”. En la empresa familiar a veces se da una situación parecida. El fundador o fundadora de la empresa tiene dos amores y no lo sabe, porque la separación entre esos dos amores la marca una línea tan tenue que a veces el propio interesado no es capaz de percibirla.

        Para el creador de la empresa hay dos amores: su familia y su empresa y si no se para de vez en cuando a reflexionar, la segunda –la empresa– le puede resultar tan atractiva como la primera. Con el tiempo, esos dos amores irán irrumpiendo sistemáticamente uno en la vida del otro. Cuando la empresa requiera de la máxima atención para su supervivencia su fundador lo hará sin vacilar. Y esto no tiene que ser necesariamente en momentos de dificultades. Como decía Peter Drucker, también se puede morir de éxito.

        Pocas cosas hay que motiven tanto com oel éxito. El propio reconocimiento del logro es fuente inagotable de motivación para la mayoría de los seres humanos y en los emprendedores, si cabe, todavía más. Al igual que el artista no descansa hasta ver consumada su obra, el empresario tampoco. El problema radica en que el empresario, a medida que va viendo los resultados de su obra, suele animarse a hacerla cada vez mayor.

        Algunos dirán: “No veo donde está el problema, pues precisamente esa es la función del empresario. Crear riqueza y cuanta más mejor”. Totalmente cierto. Un reto apasionante y muy gratificante tanto en términos económicos como en términos sociales, y no estoy hablando de responsabilidad social corporativa, sino de contribuir a la transformación de la sociedad a través de la creación de riqueza. No es de extrañar que aquella persona que percibe que está en el puente de mando sienta una pasión por la empresa que, en ocasiones, puede devenir en cierta ausencia o dejación de funciones en su papel de padre o madre.

La figura del padre ausente

        Esto es así especialmente en las familias empresarias de primera generación, cuando suele ser habitual que uno de los dos progenitores (cuando no ambos) dedique mucho tiempo al proyecto empresarial.Cuando el tiempo que se dedica a la familia, y en especial a los hijos, es muy limitado o simplemente no existe, podemos encontrarnos con la figura que algunos psicólogos denominan el padre ausente. Sabemos que la empresa familiar se caracteriza principalmente por su voluntad de seguir siendo familiar y también por la existencia de un legado que se traslada de generación en generación.

        Así pues, no deberíamos dudar que la figura del padre ausente puede conducirnos al peor de los escenarios: pone en riesgo la continuidad del proyecto por la incapacidad de traspasar de un modo efectivo el legado y la voluntad de permanencia. Traspasar un legado requiere tiempo y presencia física, no sólo la voluntad de hacerlo. Naturalmente la empresa requiere también un compromiso de tiempo y dedicación. La Arcadia, ese casi paradisíaco entorno que describe la poesía, es un escenario utópico que no se da en la vida real y, por supuesto, tampoco en el mundo de la empresa familiar. Pero por fuerza las ausencias excesivas han de ser situaciones temporales y reversibles, o debe hacerse cuanto esté en nuestra mano para que lo sean.

        De lo contrario, si nos ausentamos sine die de nuestras obligaciones como padres, si nuestra descendencia llega a la conclusión que la empresa les ha robado a sus progenitores, es muy probable que los cimientos de nuestros proyectos más importantes (familia y empresa) empiecen a tambalearse por el lugar que menos imaginamos: nuestros propios hijos.