García Gasco y la democracia
Ramón Pi
La Gaceta
Mentes maravillosas que cambiaron la humanidad
Carlos Blanco

 

 

 

Contra la democracia

        Convertir el contrato matrimonial en el menos protegido por el ordenamiento jurídico no favorece la libertad. Teresa de Calcuta lo dijo de forma insuperable: "el mayor enemigo de la paz es el aborto".

        El Gobierno, el PSOE y sus medios de comunicación amigos han reaccionado con singular virulencia contra la concentración por la familia que hubo en la plaza de Colón el 30 de diciembre, convocada por la Iglesia. Las invectivas se han concentrado sobre todo en las palabras del cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, en las que criticó el laicismo radical, que “no construye nada, sólo conduce a la desesperanza: por el camino del aborto, del divorcio exprés y de las ideologías que pretenden manipular la educación de los jóvenes no se llega a ningún destino (…) Así no se respeta la Constitución española de 1978 y nos dirigimos a la disolución de la democracia”. Esa intervención ha sido calificada de intolerable intromisión de la Iglesia en política. Yo no estoy de acuerdo, y creo que el cardenal de Valencia hizo y dijo lo que debía.

        Las voces que se han alzado en defensa de los obispos han preferido poner el acento en el derecho democrático que asiste a todo el que quiera alzar una voz legítimamente crítica.

        También algunos han explicado con mucha elocuencia por qué los obispos están no ya legitimados, sino moralmente obligados a hacerse oír en defensa de los fundamentos morales agredidos por una legislación contraria a la doctrina católica, que se basa en el mensaje evangélico. Yo fijo ahora mi atención en el contenido de lo dicho por García Gasco, que juzgo verdadero y merecedor de que lo mediten nuestros responsables políticos: las leyes que atacan a la familia van contra la democracia.

        En efecto, van contra la democracia, porque van contra la dignidad de la persona y su libertad. Convertir el contrato civil de matrimonio en el menos protegido por el ordenamiento jurídico no favorece la libertad como algún incauto pudiera pensar, sino que la prostituye, al dejar en manos de cualquiera de los cónyuges, a partir de los tres meses, ejercer algo muy parecido al viejo repudio sin tener que dar explicaciones a nadie; convierte un compromiso en un capricho, y sienta las bases para que el fuerte pueda atropellar al débil. Eso es la ley de la selva, que es la negación de la libertad y, desde luego, de la democracia.

Contra la paz

        La reforma del Código Civil que equipara el matrimonio a cualquier clase de coyunda entre dos personas (de momento), con entera irrelevancia de elementos esenciales del matrimonio como lo es la diferencia de sexo de los que contraen el compromiso, en realidad lo que hace es expulsar del ordenamiento al instituto jurídico del matrimonio, que es sustituido por algo peculiar, que podría llamarse más propiamente “acuerdo provisional de convivencia”, es decir, sin nada que ver con el matrimonio, que es el pacto estable de convivencia de uno con una, abierto a la generación y educación de la posible descendencia. Ignorar esto contribuye a destruir la cohesión social, sin la cual no es posible la democracia.

        Las leyes sobre aborto no sólo van contra la democracia, sino incluso contra la paz. Teresa de Calcuta lo dijo de forma insuperable: el mayor enemigo de la paz es el aborto. Si permitimos que las madres puedan matar a los hijos en sus entrañas, ¿con qué autoridad diremos a los pueblos que no se maten entre sí?

        García Gasco sabía muy bien lo que decía, y, en mi opinión, lo dijo además muy bien. La democracia sufre con unas leyes inspiradas en el relativismo moral; porque si todo vale lo mismo, nada vale nada, y lo que es bueno o malo no puede determinarse por mayoría de votos.

        La democracia no es instrumento apto para eso, y si se fía a las mayorías lo que no puede decidirse por mayoría, la democracia sufre, se desnaturaliza y acaba por ser una pura farsa que no puede conducir a nada bueno.