Ser abuelos felices y contemplativos

Cada criatura al nacer, conlleva la esperanza de que Dios no pierde la confianza en los hombres.
Rabindranath Tagore
Victoria Cardona Orientadora familiar
Sin miedo a educar
Betsy Hart

 

Mucho más de lo que se puede ver

        Algunos no tenemos lejano el día en que abrazamos por primera vez a nuestro primer nieto. Tuvimos la emoción única y nueva de convertirnos en abuelos. Maravillados contemplamos al bebé, como lo hace la mamá y la pequeña que ilustran esta reflexión; vivimos un momento tan intenso de agradecimiento a Dios, por aquel nacimiento, que quedó grabado en nuestro corazón, con la percepción de que era la continuidad de nuestro matrimonio. Esta emoción fue repitiéndose al tener otros nietos… ¡que gozo tenemos ante la presencia de un recién nacido o de un niño pequeño!
Contemplamos la vida de una persona que ha de vivir y crecer arropada por el amor de los que tiene a su alrededor para tener todas las garantías de desenvolverse armónicamente y ser feliz. La vida es el don más grande que recibimos de Dios y en la vida de quien la empieza hemos de entrar de puntillas.

        A muchos nos ha dejado huella aquella frase del "Pequeño príncipe" de Saint Exupery: "lo que es esencial es invisible a los ojos". Tratemos de abrir los ojos del corazón para ir descubriendo los sentimientos que nos agrandan el sentido de la vida, utilicemos también nuestra inteligencia para ver más de lo que percibimos. Será así para nosotros, los abuelos, mucho más fácil incrementar nuestra capacidad de amar, la capacidad propia de todo ser humano y que podemos transmitir a los demás.

        La contemplación es imprescindible para ser feliz; nos aligera el espíritu y nos da equilibrio y serenidad. Y, en aquellas circunstancias de menos entendimiento con los hijos, nueras o yernos –casi siempre por querer llegar a todo u organizarlos, ir con prisas o por falta de diálogo–, recurramos al recuerdo del maravilloso acontecimiento del nacimiento de cada nieto y tendremos paz y daremos paz a nuestros hijos casados.

Un modo de vivir que se transmite

        La experiencia de ser abuelos nos renueva los ánimos. Con la ilusión de ser útiles, nos volvemos más positivos y optimistas. La edad cronológica no importa cuando se tienen proyectos y objetivos, sobre todo tan atractivos. Lo que importa es el corazón.

        Procuremos, los abuelos, seguir contemplando la fuerza de la familia. Es en el calor del hogar donde nacen los vínculos afectivos que proporcionan la felicidad, se guardan los recuerdos biográficos y se transmiten nuestras raíces culturales y cristianas. Son nuestras raíces que se proyectan del pasado al presente con la confianza de que nuestros hijos y nietos las prolongarán. Es fácil transmitirlas ya que, normalmente, les atrae el sentimiento y el respeto con que vivimos el legado que abuelos y padres recibimos de generaciones anteriores.