Pa-Paternidad
Marcela García Frausto
Lic. en Educación y Master en Matrimonio y Familia por la Universidad de Navarra, España
Mujer Nueva
Sin miedo a educar
Betsy Hart

Un nuevo padre

        Ya que la ausencia del padre en la educación familiar ha tenido una larga historia, esta vez nos toca hablar de los papás. Sí, hace falta hablar del padre, desenterrar su figura y colocarla al lado de la madre.

        Algunos autores llegan a sostener que el hombre ha sido desposeído de su paternidad y que el varón es el «sexo débil» de hoy. «Hemos pasado del reino de los padres al reino de las madres» (Sullerot, 1992). «Lo que yo deseo –escribe esta feminista– es tratar de comprender y explicar el ocaso de los padres al que asistimos en la actualidad, ocaso que afecta a la vez su condición civil y social, a su papel biológico en la generación, a su papel en la familia, a su imagen en la sociedad, a la idea que se hacen ante sí mismos de la paternidad, de su dignidad, de su deberes y de sus derechos, a su propia percepción de su identidad como padres, al modo como sienten sus relaciones con las madres de sus hijos y con las mujeres y a la forma en que imaginamos el futuro de la paternidad (…) La madre se ha convertido en un progenitor completo que desempeña todos los papeles; el padre es aún un progenitor insuficiente».

        Sullerot pues, defiende la necesidad del nacimiento de un nuevo padre. Se trata de un padre que nunca más sea desterrado de su escenario natural que es el hogar, porque el hijo, sobre todo el varón, necesita de la presencia emotiva, cognitiva, espiritual y por supuesto, física del padre.

        Sin embargo, nuestro mundo parece organizarse de forma contraria a la necesaria presencia del padre. Una de las circunstancias que más directamente está implicada en la ausencia del padre es el divorcio. Con éste, se ha aumentado el número de familias monoparentales en las que, con mucha frecuencia, el padre es el gran ausente. Por poner un ejemplo, en Estados Unidos diecisiete millones de niños viven en familias constituidas por un solo padre; en el 90% de esos hogares el padre está ausente.

        En México en un tercio de las familias mexicanas está ausente la figura paterna, y en el resto, donde los varones sí están presentes y sus esposas trabajan, sólo la cuarta parte colabora en las labores domésticas y el cuidado de los hijos, (INEGI 2000). Al cuidado de ellos, los esposos invierten en promedio 12.5 horas semanales, y sus cónyuges, 21 horas.

        No cabe duda de que el hecho de que el hombre sea el que mayoritariamente lleva los recursos necesarios para sacar adelante a la familia hace que se aleje muchas veces de ésta. Si tenemos en cuenta el horario laboral y las distancias que separan al padre de su casa, especialmente en las grandes ciudades, es lógico que su presencia en el hogar esté muy limitada. Pero muchos padres están ausentes más de lo que debieran y no les falta la junta imprevista en la oficina que sirve de coartada fácil para irse a tomar algo con los amigos o para huir de los problemas que se presentan en casa.

        Pero estos datos están lejos de indicar de modo taxativo que esta es la situación general de todos los padres. Hay muchos que día a día pelean por llegar a tiempo a casa, por evitar un viaje en el único fin de semana que se tiene para disfrutar con la familia, que buscan compartir con su mujer la responsabilidad de educar a sus hijos. Estos papás saben que su paternidad es una tarea muy enriquecedora para los hijos.

La tarea de papá

        La influencia del padre en sus hijos comienza ya desde el embarazo. En esas etapas iniciales, el hijo percibe mucho la influencia del padre. Collin y sus colaboradores (Dunkel-Schetter, Lobel, Scrimshaw, 1993) mostraron que el apoyo recibido del padre del niño durante el embarazo estaba relacionado con la escala de Apgar del bebé (puntuación física del estado del bebé en el momento después del nacimiento).

        Por otra parte, está comprobado que aunque los padres en general dedican menos tiempo que las madres en la relación con sus hijos, sin embargo, la calidad de estas interacciones es diferente. Las madres se orientan a actividades que van más ligadas al cuidado de los hijos (cf Kotelchuck, 1976), mientras que los padres tienen una mayor habilidad para interactuar con sus hijos en lo relativo a actividades sociales y de juego. Lo anterior, ha sido verificado en padres australianos e ingleses (cf Rusell, 1982; Richards, Duna y Antonis, 1977). De esto se deduce que en este aspecto, el comportamiento del padre es más activo y estimulante para el desarrollo de los hijos.

        Por poner un ejemplo, nos puede resultar interesante analizar la interacción de los padres en el primer año de vida. Por su parte, las madres estimulan más el desarrollo verbal, mientras que los padres emplean recursos como los movimientos físicos y los juegos creativos (Power y Parke, 1981; Pedersen, Anderson y Cain, 1980). De modo que los hijos aprenden de sus padres un modelo de comportamiento más apropiado para las actividades físicas, también los padres desarrollan más el interés del hijo por el conocimiento de las cosas (desarrollo cognitivo).

        Y es que la dedicación del padre a la educación de los hijos no sólo pasa por el comportamiento y el ejemplo apropiado como progenitor (responsabilidad, honradez, etc.), o por la necesaria relación paterno filial (comunicación, atención a los hijos), o por el compartir más o menos las responsabilidades parentales con la mujer (ayudar en las tareas del hogar, entre otros), sino por ser, junto con su esposa, el primer y más cercano educador de su hijo.

        Esta tarea no es fácil, y está hoy salpicada de dificultades, pero los padres están en condiciones de aceptar este reto. Para satisfacerlo cumplidamente, hoy surgen iniciativas que apoyan, desde distintos ángulos, las tareas propias de la paternidad. Existen escuelas de padres, cursos en universidades sobre matrimonio y familia o institutos como el Papa-Institut (Daddy Institute) de reciente fundación (2007), creado para ofrecer servicios que promueven la buena paternidad. Este instituto en concreto, incluye el desarrollo de proyectos, asesoría y consejo para políticos y organizaciones o padres de familia; brinda comunicación interdisciplinar que liga teoría con experiencia; sugiere publicaciones y lecturas, entre otros.

        Este tipo de institutos y, en concreto el Daddy Institute, se fundamentan en bases científicas que demuestran que:

- Los hijos de padres dedicados son más felices y se desarrollan mejor.
- Los cónyuges de padres activos pueden desarrollarse mejor en su trabajo.
- Los padres que combinan armoniosamente familia y trabajo son más felices y están más motivados.

        Detrás de Daddy Institute se encuentra un papá: Eberhard Schäfer, nacido en Berlín, Alemania en 1962. Graduado en Ciencias Políticas (1991, Freie Universität Berlin). Desde el 2002 dirige el proyecto “Family Education for Fathers” (Educación familiar para padres). Entre sus diversas obras destaca “Il manuale del papa” (El manual del papá).

        Este instituto es un ejemplo de cómo hoy los padres varones quieren acompañar y educar a sus hijos de modo activo y quieren dedicar lo mejor de su tiempo a sus hijos para mostrarles todo su amor. Su ejemplo no se puede quedar en el vacío. Nos encontramos en el tiempo adecuado para desarrollar entre todos políticas y sistemas de educación y de trabajo más acordes con la trascendente tarea de la paternidad.