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Un error sin consecuencias no es un error, es simplemente un modo distinto de hacer las cosas Y así se van desgranando consejos, sugerencias, observaciones Enseñar a los hijos que todo tiene consecuencias, positivas o negativas, y enfrentarles a ellas; enseñarles a salvar los obstáculos; enseñarles a celebrar los Reyes y los cumpleaños, y a que interioricen que en su familia, pase lo que pase, siempre habrá una oportunidad para celebrar algo. Y enseñarles a querer de verdad. Los niños no son felices: ni en el infancia, ni por supuesto en la adolescencia, dice el autor con frase provocativa. Para ser feliz, explica, hay que ser libre y responsable, y sólo los adultos podemos llegar a serlo. Cuando recordamos la felicidad de la niñez, lo que realmente hacemos es añorar esa sensación perdida de seguridad, ese vivir sabiendo que alguien cuidaba de nosotros. Y no recordamos, por supuesto, ni los miedos nocturnos ni los insultos en el colegio. Las cuatro claves que propone Fernando son extremadamente prácticas, y muy pegadas a la rutina diaria. Pero harán sonreír con complicidad a muchos matrimonios que pueden redescubrir en este pequeño recetario caminos muy directos hacia la meta educativa por excelencia: la felicidad de nuestros hijos. En este sentido concluye el autor que el niño sólo aprende a ser feliz de las personas para él más importantes, que son sus padres. Estos son los únicos capaces de enseñarle a querer desinteresadamente, mostrando en la práctica su empeño en implicarse para que el otro sea feliz. Porque la felicidad no se trasmite: o se contagia, o no existe | |||||
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