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La familia ofrece a todos sus miembros algo que necesitan para desarrollarse: la oportunidad de aportar, de construir la casa con sus esfuerzos, de aprender a auto-dominarse. Ello supone el uso de las facultades específicamente humanas: la inteligencia y la voluntad. Necesitamos todos un pequeño cambio, porque a veces no tratamos a los hijos o alumnos como seres capaces de darse a los demás, como personas que pueden aportar algo, sino como seres de necesidades, proporcionándoles muchos bienes materiales que no siempre les hacen falta y privándolos de ayudar y de comunicar sus iniciativas. Por eso es importante que la participación de los hijos ponga a prueba dichas facultades, por medio del pensamiento y de la puesta en práctica de sus ideas. Como dice un amigo: No basta hacer hacer. Es necesario, también, hacer pensar.
En todo caso, comprobaremos como, poco a poco, ganan en ver mejor lo que necesitan los demás, en saber qué pueden hacer para ayudar a ser más felices a los otros y hacerlo efectivamente, en la medida de sus posibilidades pero sin temer el qué dirán. Así, todos encontramos en las pequeñas tareas familiares un gran medio de afirmación propia y de autoestima. Entonces, se ve el sitio claro de cada uno en el hogar, se saben valorados, necesarios y muy queridos. Estará clarísimo que, sobre ese asunto, la casa depende de ese hijo o hija y los demás se han de fiar y evitar interferencias o pequeñas invasiones de territorio.
¿Qué y cuándo?
Decíamos que según las peculiaridades de cada hijo buscaremos unos u otros encargos. Antes de pasar a relacionar una larga lista de ellos, vale la pena recordar que, incluso cuando ya son adolescentes, hay un tipo de actividades o tareas que podemos denominar de autonomía personal en las que todos han de poner un pequeño esfuerzo diario. Desde peinarse por la mañana o atarse bien los zapatos, hasta lavarse los dientes antes de ir a descansar o dejar en lugar fijo sus carpetas de trabajo.
Eso, como también hacer lo que toca sin distraer ni molestar a los demás, facilitará la organización familiar y el buen ambiente de convivencia. Habrá tiempo para el descanso y tiempo para el trabajo. Y todo con mucha paz; será la tranquilidad y la seguridad que da el saber que no estamos solos en el esfuerzo, somos un equipo y en caso de debilidad tenemos a alguien de la familia siempre cerca nuestro.
En fin, seguro que se os ocurren muchos encargos más. Pero, ¿no os parece que una buena organización familiar y una buena distribución de tareas es, sobre todo, un medio de amor, de mejora personal y unidad familiar? Como dice un buen amigo, el amor es como los idiomas, que si no los cultivas cada día, se olvidan. Pues actualicemos el amor en detalles, concretos y cotidianos. ¡Que en eso estemos todos! | |||||||||||||||||||
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