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El
arte de contar cuentos
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Sara
Cone Bryant
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Juan
Ramón Jiménez, Premio Nobel, escribía de su madre:
"Nido... siempre cálido./ ¡Despertar santo!...
Madre y hermanos.../ Te digo al llegar, madre,/ que tú
eres como el mar.../ que aunque las olas de tus años/ se
cambien y se muden...,/ siempre es igual tu sitio/ al paso de
mi alma.../¡Qué bien le viene al corazón/
su primer nido!/ ¡Con qué alegre ilusión/
torna siempre volando a él!".
El
contento, la alegría, la felicidad florece en la cúspide
de la generosidad, de la entrega, del don de sí mismo, que
da... y se da... a sí mismo. Es la madre.
La madre, cumpliendo la misión que Dios le ha confiado, se
da sin tacañería, con abnegación, tenacidad,
generosidad y es providente en todo aquello que su hijo necesita para
su desarrollo físico y espiritual.
Siguiendo
la idea de San Juan de la Cruz, Mn. Miquel Costa i Llobera escribía:
"Sólo una madre tiene.../ el amor que no va... ni
viene...,/ ni se pierde...,/ ni mengua..., ni se cansa".
Es la madre.
El
escritor y poeta, miembro y director de la R.A.E. Dámaso Alonso
escribía sobre la Madre de Dios:
"¡Qué dulce sueño en tu regazo, Madre.../
en quien Dios se posa como el aire del estío,/ en un enorme
beso azul. ¡Oh Tú, primerísima y extrañísima
creación de amor!.../ Madre
dormir quiero en tus
brazos.../ hasta que en Dios despierte!".
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