A mi primera nieta
"Cada criatura al nacer, nos trae el mensaje de que Dios no pierde la esperanza en los hombres".
Rabindranath Tagore
Victoria Cardona
Sin miedo a educar
Betsy Hart

 

 

Todo felicidad

        Cuando tu madre dejó que te acogiera entre mis brazos por primera vez, mi corazón latió fuerte como el de una adolescente. Me tragué las lágrimas. Aquel minuto de temblor y de conmoción –demasiado íntimo y personal para que lo vieran los demás– sólo lo compartimos tú y yo. Mirando a tus padres (no podía desprenderme de ti para besarlos) les dije con voz entrecortada: "qué criatura más preciosa… ¡felicidades!". Ellos nos contemplaron emocionados; se habían dado cuenta de nuestros sentimientos... Volví a abrazarte suavemente y con ternura mientras hacia la señal de la cruz del cristiano en tu frente y encomendándote a Dios le di gracias de todo corazón.

        En silencio y al lado de tu abuelo, ponderé todo lo que significabas para mí. ¡Eras mi primera nieta...! Pasados los años abracé con la misma intensidad a tus tres hermanos… Reviví tu llegada al mundo; más personas arraigadas a mi marido y a mí nos llenaban de esperanza. Tuve un gran gozo interior por el amor de tus padres y por el milagro de la vida de nuestros cuatro nietos.

        Pienso que la experiencia de ser abuelos nos hace volver a ser jóvenes, se fortalecen los ánimos y, a parte de la juventud del alma, se renueva la del cuerpo y no hace falta hacerse ningún tratamiento de estética porque esta alegría íntima nos ayuda a mejorar y esta nueva ilusión se desparrama a nuestro alrededor. Es un privilegio seguir adelante y no mirar atrás, tenemos nuevos retos, nuevas responsabilidades, nuevos proyectos.

        Nos quedó grabado para siempre el buen aspecto de la madre tras el parto irradiando seguridad y paz, o el bebé alimentándose, el orden de la habitación blanca de la clínica, las miradas de complicidad de los padres. Todo era olor de colonia fresca, en el ambiente se respiraba felicidad, emoción y sentimientos de gratitud y de bondad.

Cuidado y respeto ante el amor

        Ni que decir tiene que todos los abuelos nos otorgamos el parecido del recién nacido. Así como cuando nos encontramos con un desconocido en el ascensor hablamos del tiempo, ante el acontecimiento del nuevo ser, siempre se hacen las mismas preguntas. El color de sus ojos centra el "debate", los ojos parecen de color azul marino, pero, ¿de qué color los tendrá? Y normalmente cada uno de los abuelos busca algún otro rasgo que se identifique con él o con alguno de los padres.

        El don más grande que tenemos es la vida, y en la existencia de cualquier persona siempre entraremos con delicadeza; cuando comienza se ha de envolver de afecto y de respeto. Me encaja la frase de un autor francés en este contexto: "Todo amor nace inocente, frágil y vulnerable. Es nuestra fidelidad la que lo debe proteger y llevarlo a cuestas como a un niño".

        De puntillas y embobados, miramos los abuelos de todo el mundo el nacimiento de un nieto; con la expectación propia de una vida que empieza y que da continuidad a la nuestra.

        Es la vida de una criatura que Dios ama y conoce desde toda la eternidad.