MATRIMONIO AL DÍA
UNA SEXUALIDAD HUMANA
Antonio Vázquez
Orientador Familiar.
Especialista en el área de relaciones conyugales.
HACER FAMILIA, Agosto/Septiembre 2006
Cómo hablar a los jóvenes de sexualidad, amor y procreación.136 respuestas a sus preguntas

 

 

 

Mucho más que algo aceptado

        Me duelen los ojos, me sangran los oídos y se me estremece el cuerpo entero, cuando escucho hablar de sexualidad, con la simpleza de quien se lava los dientes; con la obsesión convulsiva de quien todo lo ve de color verde; del trapecista que busca el más difícil todavía o del aburrido que ya nada le enciende. Una realidad, que por su propia naturaleza es fascinante y maravillosa, se ha convertido en algo mostrenco, vulgar y majadero, fácil para las bromas y lacerante en el desdén.

        No me encuentro bajo los efectos de un sarpullido después de un programa de TV; la erupción me la ha producido escuchar las conversaciones con matrimonios que llevan diez o doce años de vida conyugal. No son extraterrestres, porque con esos no me trato, son los que concurren a cualquier cena de fin de semana, en el entorno en que me muevo. Son... buena gente, pero con la cabeza llena de aire y el corazón sumergido en una borrasca de sentimientos contradictorios que afluyen desde los cuatro puntos cardinales. No soy tan iluso como para pensar que en 1500 palabras, que es la extensión de este artículo, pueda aventar fantasmas y abrir un horizonte nuevo. Procuraré anotar algún punto en esta ocasión y, si mis lectores me soportan, continuar en sucesivos encuentros.

        Un lugar común que teóricamente es aceptado, es que la sexualidad no es el primer tema en un matrimonio, lo importante es el cariño y la entrega. Sin embargo, sutilmente aparece la idea de que la sexualidad, sin ser mala, tampoco termina de ser buena. Perdón por la radicalidad, pero de algún modo hay que expresarse para resaltar la idea.

        Ya empezamos a patinar, nada más empezar. La sexualidad es algo bueno... buenísimo. Lo malo lo ponemos nosotros, cuando abdicamos de comportarnos como personas. El gran riesgo es que desde el inicio del enfoque haya quien mira el tema más como problema que como oportunidad de tratarlo como algo íntimo y esencial en la relación conyugal. ¡Quitémonos de la cabeza el problema! El problema lo añadimos nosotros y se manifiesta ahí de una manera muy descarada, pero no hagamos de la sexualidad un chivo expiatorio.

Hay modos y modos de arreglarse         Echemos mano del diccionario de Perogrullo. El hombre y la mujer son distintos, y en este terreno se manifiestan de manera diferente. Descendamos a los ejemplos. El hombre es más pasional y se desfonda cuando no observa una reacción idéntica por parte de ella. Alguna vez, pensará que no le quiere, y en otras circunstancias experimentará cierta "envidia" y "nostalgia" de mujeres a las que conoce y que siempre están atractivas y sugerentes.

        Otra cosa es que las conozca solo superficialmente en un coqueteo, sin saber su comportamiento a medida que sigue avanzando. Es el tan conocido refrán de que las gallinas de corral ajeno nos parecen pavos, y a veces pavos reales que muestran el atractivo colorido de su cola.

        Junto a ello, hay algunas mujeres, que cuando van a salir con sus maridos se visten, "más como madres que como mujeres", me decía un marido. Este mismo marido me decía que se sube por las paredes cuando ve que alguna mujer al separarse de su marido, se pone como "un pincel", cambia el vestuario y la cosmética y no hay quien la conozca.

        No olvido que estas impresiones me las daba un hombre, que es persona delicada, detallista y que jamás se le pasa echar un piropo a la última bisutería barata que ha comprado su mujer en un mercadillo.

        Es el mismo que se preguntaba y me preguntaba, por qué razón, alguna buena esposa, cuando era novia no se consentía ni un kilo de más y ahora le importa un comino el incremento de las tallas.

Con el paso de los años

        Los maridos también tienen lo suyo. Espero y deseo que ninguno se haya creído, a estas alturas del guión, aquel viejo refrán de que el hombre y el oso cuanto más feo más hermoso... No, no, cuanto más feo más horroroso. Hay que cuidar la indumentaria y la finura en los modos. Es decir, ser tan atentos como cuando hace diez años le quería dar un beso bien dado.

        Insisto, escuchando a parejas con diez años de matrimonio, con sus comentarios dolientes, llenos de nostalgia y de desencanto al recordar los tres primeros años de casados, me ha dado mucha pena. En este terreno, también lo mejor está por venir. Trascurridos diez años se conocen mucho más el uno al otro y cuando la sexualidad es algo muy humano en el sentido de poner ahí toda la carne y toda el alma, inevitablemente sus relaciones mejorarán cada día. Lo que no se puede olvidar es que ayer, hoy y siempre, se han de conquistar el uno al otro, no como quien tiene una obligación o un derecho consuetudinario. El hombre tiene que seguir conquistando a la mujer en el oído sabiendo decir piropos, y la mujer al varón por la vista, pues para eso le ha dado Dios una anatomía atractiva.

A pesar de los problemas

        Quizá alguna de esas "buenas" chicas o "buenos" chicos que me lean, pensarán que me olvido de que surgen dificultades y a veces por una prescripción médica hay que distanciar un embarazo. En ese caso, no van a echar más leña al fuego... Ya lo sé, pero para eso somos seres inteligentes y con sensibilidad suficiente para utilizar el don de la oportunidad. Con todo, bien seguro estoy que en esas ocasiones el que tiene que demostrar que es un "tío" es el hombre. La experiencia demuestra que esa abstinencia bien llevada abre el paso a unos encuentros amorosos incomparables de ilusión y plenitud. Quien lo prueba lo sabe.

        Insisto, nada de hacer problemas, hay que verlos como oportunidades siempre abiertas a la mejora cuando se utiliza la cabeza y el corazón, sin tirar por la ventana a ninguno de los dos. Todo esto sigue vigente a los diez, a los treinta y a los cuarenta años de casados, con tal de que cada uno sepa amar y haya aprendido a expresarlo también en este terreno. Siempre es buen momento para empezar.