1.
Aceptación total, incondicional y permanente:
Nuestro hijo es
una persona única e irrepetible. Él tiene cualidades
y defectos, pero tenemos que estar convencidos de que lo más
importante es que capte el afán de superación y la
ilusión de cubrir pequeños objetivos de mejora personal.
Las cualidades son agradables de descubrir, los defectos pueden
hacer perder la paz a muchos padres, pero se pueden llegar a corregir
con paciencia, porque aceptamos totalmente la forma de ser del hijo,
incondicionalmente y por siempre. La serenidad y la estabilidad
son consecuencia de la aceptación y, esto quiere decir, actuar
independientemente de nuestro estado de ánimo. También
en circunstancias de más dificultades, como serían
las de tener hijos discapacitados tendremos que crear la aceptación
plena no sólo de los padres si no también de los hermanos
y familiares, con la convicción de que repercutirán
todos los esfuerzos en bien de la familia.
2.
Amor:
Nuestro testigo
de amor constante y realista será la mejor ayuda para que
nuestros hijos logren una personalidad madura y estén motivados
para rectificar cuando se equivoquen. Al amar siempre deberemos
corregir la cosa mal hecha, ya que al avisar damos la posibilidad
de rectificar y, en todo caso, siempre deberemos censurar lo que
está mal hecho, nunca la persona. Dice San Pablo en la Epístola
a los Colosenses: ''Padres, no importunéis a vuestros hijos,
para que no se desalienten''. El amor es la base de la familia y
la mejor escuela para aprender a darse y a recibir y nuestro hijo
o hija es un don, un obsequio a quien hace falta entregarle toda
nuestra vida con generosidad, afecto y agradecimiento.
3.
Valoración:
Elogiar el esfuerzo
de nuestro hijo, siempre es más motivador para él,
que hacerle constantemente recriminaciones. Ciertamente que ante
las desobediencias o las malas respuestas, podemos perder las formas,
pero los mayores debemos tener la voluntad de animar aunque estemos
cansados o preocupados; por esto, en caso de perder los nervios,
lo mejor es observar, pensar y cuando estemos más tranquilos
decir, por ejemplo: ''esto está bien, pero puedes hacerlo
mejor''. Durante el tiempo que estamos con los hijos siempre tenemos
ocasiones para valorar su esfuerzo, no pedirle más de lo
que puede hacer y ayudarlo a mejorar viendo la vida con un sentido
deportivo. Tenemos que procurar que aprenda a aceptarse y que con
optimismo supere sus dificultades. De esta manera, conseguiremos
que nuestro hijo sepa que le amamos por lo que es él y será
capaz de desarrollar al máximo todas sus capacitados personales.
Tenemos que decir lo que está bien, sin darle ningún
calificativo a él. Como dice el pedagogo Oliveros F. Otero:
''Se tiene que censurar la tarea, no la persona, se tiene que alabar
la tarea, no la persona''. Nuestra actitud positiva, comprensiva
y motivadora incrementará la seguridad de nuestros hijos
e hijas.