Por
múltiples motivos |
Mayor
seguridad económica
El
matrimonio es una especie de seguro contra la pobreza de madres e hijos.
Las investigaciones han mostrado de forma sistemática que tanto
el divorcio como el tener hijos fuera del matrimonio hace que madres
e hijos queden más desprotegidos económicamente. La influencia
de la estructura familiar sobre la situación económica
es considerable, aun después de descontar los efectos de otros
factores, como la raza o los antecedentes familiares. Los cambios en
la estructura familiar son una causa importante de que las personas
caigan en la pobreza (si bien el descenso de los ingresos del cabeza
de familia es la primera de todas). Lo que más hace subir la
tasa de pobreza infantil es el aumento de familias monoparentales. Cuando
los padres no se casan o el matrimonio se rompe, es más probable
que los hijos sufran pobreza grave y persistente. La mayoría
de los hijos extramatrimoniales pasan al menos un año en situación
de pobreza extrema (ingresos familiares por debajo de la mitad del mínimo
oficial). El divorcio, además del nacimiento de hijos fuera del
matrimonio, tiene parte en ello: entre una quinta y una tercera parte
de las mujeres que se divorcian caen en la pobreza tras la ruptura (5).
Por
término medio, los matrimonios crean más riqueza que las
parejas de hecho o las familias monoparentales, en todos los tramos
de renta (6). No es solo porque los matrimonios pueden contar con dos
fuentes de ingresos; también se debe a algunas de las razones
que hacen a los consorcios, en general, económicamente más
eficientes: economías de escala, especialización, intercambio...
Asimismo parece influir que el matrimonio fomenta la salud y la productividad,
así como la acumulación de riqueza (por ejemplo, comprar
una casa). Además, los casados reciben más ayudas económicas
de los padres que las parejas de hecho; las madres solteras no reciben
casi nunca ayuda económica de los parientes del padre.
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La
estabilidad y orden del matrimonio parece una garantía |
Notas
y drogas
El
divorcio o la cohabitación sin vínculo de los padres tiene
una repercusión negativa, importante y duradera sobre el rendimiento
académico de los hijos. Los hijos de padres divorciados o no
casados obtienen peores calificaciones, y presentan mayor probabilidad
de repetir curso y de no terminar la enseñanza secundaria (7).
Estos efectos se dan con independencia de la raza o los antecedentes
familiares. Los hijos de divorciados alcanzan un nivel de instrucción
también inferior al de los hijos de viudos o viudas. En general,
los hijos de padres casados de nuevo tras un divorcio no obtienen mejores
resultados que los de madre soltera.
Existe
una relación entre matrimonio y tasas bajas de consumo de alcohol
y drogas, tanto en adultos como en adolescentes. Los casados, hombres
o mujeres, presentan tasas menores de consumo y abuso de alcohol que
los solteros. Lo confirman varios estudios que han seguido la trayectoria
de los sujetos durante años: los jóvenes que se casan
tienden a reducir el consumo de alcohol y drogas. También los
hijos de padres casados presentan tasas más bajas de consumo
de drogas, con independencia de los antecedentes familiares (8). La
proporción de adolescentes que han probado la marihuana se duplica
entre los que viven en familias monoparentales o recompuestas, y se
triplica en el caso de los que viven sólo con el padre. Los adolescentes
cuyos padres permanecen casados son los menos inclinados a fumar o beber.
Los datos obtenidos por la Encuesta Nacional de Hogares sobre Consumo
de Drogas muestran que con independencia de la edad, la raza,
el sexo y los ingresos familiares la probabilidad de consumir
drogas, alcohol o tabaco es claramente inferior para los adolescentes
que viven con padre y madre naturales.
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Porque
se suman los problemas psicológicos agresivos |
Matrimonio
y buena salud
Los hijos de divorciados
presentan tasas más elevadas de trastornos psicológicos
y enfermedades mentales. Por lo común, el divorcio somete a los
hijos a un golpe emocional considerable e incrementa el riesgo de enfermedad
mental importante (3). Dichos peligros para la salud mental no se desvanecen
poco después del divorcio. Al contrario, los hijos de padres
divorciados siguen, en su vida adulta, expuestos a mayor riesgo de depresiones
y otras enfermedades mentales: en parte, porque no llegan tan lejos
en los estudios y porque presentan mayor probabilidad de divorciarse,
de tener problemas conyugales y de sufrir dificultades económicas
(10).
Parece
que los efectos psicológicos del divorcio varían según
la intensidad del conflicto entre los cónyuges. Cuando el conflicto
matrimonial es fuerte y prolongado, el divorcio supone un alivio psicológico
para los hijos. No obstante, es necesario investigar más, pues
parece que la mayoría de los divorcios tienen lugar en matrimonios
con conflictos de baja intensidad.
Las
madres casadas presentan menores índices de depresión
que las madres solteras o las que cohabitan. Un estudio realizado entre
2.300 adultos residentes en zonas urbanas concluyó que, para
los padres de niños en edad preescolar, el riesgo de depresión
era bastante mayor en las madres solteras que en las casadas (11). El
matrimonio reduce el riesgo de depresión incluso en las madres
menores de veinte años. En una muestra nacional de mujeres de
18-19 años con un hijo, el 41% de las solteras de raza blanca
presentaban síntomas de depresión, frente al 28% de las
madres casadas de raza blanca con la misma edad (12).
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La
unión de hecho es bastante más violenta |
Malos
tratos
Las mujeres jóvenes
deben saber que el matrimonio no es una buena estrategia para reformar
a hombres violentos. Pero un amplio repertorio de investigaciones muestra
que convivir con un hombre al margen del matrimonio va asociado a un
riesgo mayor de sufrir malos tratos. Un análisis de datos recopilados
por la Encuesta Nacional de Familias y Hogares (2001) concluye
que la probabilidad de que las discusiones acaben en violencia es tres
veces mayor en las parejas de hecho (13%) que en los matrimonios (4%).
La tasa de violencia doméstica también varía según
la raza, la edad y la educación; pero sigue siendo mayor en las
parejas de hecho aun después de descontar la influencia de esos
factores. Un especialista resume así los resultados de las investigaciones:
Con independencia de la metodología, los estudios llegan
a conclusiones similares: en las uniones de hecho se da más violencia
que en los matrimonios (15).
La selección
influye poderosamente. Es menos probable que una mujer se case con un
hombre violento, y es más probable que una mujer casada con un
hombre violento se divorcie de él. No obstante, los expertos
sugieren que también influye que los hombres casados están
más integrados en la comunidad, así como la mayor dedicación
mutua de los esposos.
También
un niño que vive con la madre soltera, el padrastro o el compañero
de la madre tiene más posibilidades de ser víctima de
malos tratos. Como concluyen Martin Daly y Margo Wilson, vivir
con un padrastro o una madrastra ha resultado ser el factor más
frecuente en los casos de malos tratos graves (16). Según
un estudio, entre los niños en edad preescolar, la probabilidad
de ser víctima de abusos deshonestos es cuarenta veces mayor
para los que viven con un padrastro o madrastra que para los que viven
con sus dos progenitores naturales (17).
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(1) Why Marriage Matters. Twenty-One Conclusions from the Social Sciences.
Center of the American Experiment; Coalition for Marriage, Family and
Couples Education; Institute for American Values. Nueva York (2002).
27 págs. 4 $. Más información en www.americanvalues.org/html/r-wmm.html.
Han participado en el estudio, entre otros, John Gottman, psicólogo
de la Universidad de Washington (ver servicios 73/99 y 34/01); David
Popenoe, sociólogo del National Marriage Project de la Universidad
Rutgers (ver servicios 35/99 y 128/99); Linda J. Waite, socióloga
de la Universidad de Chicago (ver servicios 128/99, 144/00 y 72/01)
y la psicóloga infantil Judith Wallerstein (ver servicios 55/93
y 129/00).
(3) Entre otros estudios, E. Mavis Hetherington y John Kelly, For Better
or For Worse: Divorce Reconsidered, Norton & Co., Nueva York (2002).
(4) Steven Nock, 1995: A Comparison of Marriages and Cohabitation
Relationships, Journal of Family Issues 16: 53-76; Susan L. Brown,
2000: The Effect of Union Type on Psichological Well-Being: Depression
Among Cohabitators versus Marrieds, Journal of Health and Social
Behavior 41 (septiembre): 241-255; Lingxin Hao, 1996: Family Structure,
Private Transfers, and the Economic Well-Being of Families with Children,
Social Forces 75: 269-292; etc.
(5) Entre otros, Suzanne Bianchi, 1999: The Gender Gap in the
Economic Well Being of Nonresident Fathers and Custodial Mothers,
Demography 36: 195-203.
(6) Entre otros, Joseph Lupton y James P. Smith, Marriage, Assets
and Savings, en Shoshana Grossbard-Schectman (ed.), Marriage and
the Economy, Cambridge University Press, Cambridge (2002).
(7) Entre otros, William H. Jeynes, 2000: The Effects of Several
of the Most Common Family Structures on the Academic Achievement of
Eighth Graders, Marriage and Family Review 30 (1/2): 73-97.
(8) Entre otros, I. Sutherland y J.P. Shepherd, 2001: Social Dimension
of Adolescent Substance Use, Addiction 96 (3) (marzo): 445ss.
(10) Entre otros, Catherine E. Ross y John Mirowsky, 1999: Parental
Divorce, Life-Course Disruption, and Adult Depression, Journal
of Marriage and the Family, 61(4) (noviembre): 1034ss.
(11) Ronald C. Kessler y Marilyn Essex, 1982: Marital Status and
Depression: The Importance of Coping Resources, Social Forces
61: 484-507.
(12) Lisa Deal y Victoria Holt, 1998: Young Maternal Age and Depressive
Symptoms: Results from the 1998 National Maternal and Infant Health
Survey, American Journal of Public Health 88 (2): 266ss.
(15) Nicky Ali Jackson, 1996: Observational Experiences of Intrapersonal
Conflict and Teenage Victimization: A Comparative Study among Spouses
and Cohabitors, Journal of Family Violence 11: 191-203.
(16) Martin Daly y Margo Wilson, Evolutionary Psychology and Marital
Conflict: The Relevance of Stepchildren, en David M. Buss y Neil
M. Malamuth (eds.), Sex, Power, Conflict: Evolutionary and Feminist
Perspectives, Oxford University Press, Oxford (1996), pp. 9-28.
(17) Martin Daly y Margo Wilson, 1985: Child Abuse and Other Risks
of Not Living with Both Parents, Ethology and Sociobiology 6:
197-210.
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