Christina Hoff Sommers critica la escuela que pone bajo sospecha la masculinidad

Hay algo paradójico en que Christina Hoff Sommers, conocida experta en el movimiento feminista americano, se haya preocupado en los últimos tiempos por la inadaptación de la escuela a las aptitudes y necesidades de los chicos. Miembro del American Enterprise Institute (Washington), uno de los más célebres “think tanks” de EE.UU., colaboradora asidua en la prensa norteamericana y autora de libros de ética muy populares, Cristina Hoff Sommers ha estado en Madrid, en un momento en que se observa un mayor fracaso escolar de los chicos y en que se debate la oportunidad de la enseñanza diferenciada por sexos.

Ignacio F. Zabala
ACEPRENSA

        Conocida defensora de los derechos de la mujer, sorprendió en 1994 al publicar Who Stole Feminism, donde mostraba su preocupación por el hecho de que grupos minoritarios hubieran convertido el feminismo en un movimiento anti-hombres. Su penúltimo libro, The War Against Boys (cfr. servicio 177/00, pág. 3), ha tenido una gran acogida y ha figurado en las páginas de revistas de difusión nacional. En él pone de manifiesto que en la escuela actual de su país se consideran indeseables características masculinas como la energía y la competitividad, con lo que el sistema desanima a los chicos. Según Sommers, la clave para cubrir las necesidades académicas tanto de los chicos como de las chicas puede estar en la enseñanza diferenciada por sexos.

Una escuela que aburre a los chicos

— En su libro The War Against Boys (“La guerra contra los chicos”) dice que, con el objetivo de combatir el sexismo, a menudo se ha adoptado en la escuela el enfoque de que la masculinidad en sí misma es sospechosa, y se intenta educar a los chicos con pautas adecuadas para las chicas, en vez de desarrollar sus propias cualidades. ¿Influye la creciente feminización del profesorado? ¿Faltan modelos masculinos en la escuela?

        — En los primeros cursos de la enseñanza las profesoras son mayoría y hay muchas profesoras a las que no les gustan los chicos. Los chicos son mucho más difíciles de enseñar que las chicas. Las chicas atienden, participan en clase, tienen interés por responder a las preguntas, cooperan. La actitud de los chicos es diferente muchas veces y eso hace más difícil captar su atención. Los chicos necesitan historias, les gustan los héroes masculinos, disfrutan compitiendo, son más activos. En Estados Unidos está muy extendida la idea de no crear competencia entre los estudiantes para evitar los problemas de autoestima. Esto se traduce en modos de enseñar, en juegos, que aburren profundamente a los chicos; esto equivale a intentar que los chicos se comporten como niñas. Como resultado, los chicos no cooperan, no les gustan las clases y el sistema no funciona con ellos. Intentando evitar un problema aparece otro: la autoestima de los chicos baja y se producen complicaciones en su atención y su rendimiento académico.

— En muchos países se observa que hoy los chicos tienen más dificultades escolares que las chicas: sacan peores notas, tienen más problemas de disciplina, tienen una mayor tasa de abandono escolar en secundaria... Si ocurriera eso con las chicas se diría que están discriminadas en la escuela. ¿Hemos de ver ahí que la organización escolar actual es poco adecuada a las necesidades de los chicos?

        — Antes, la educación seguía un modelo masculino, pero en la actualidad, en el mundo libre y democrático, la mujer tiene las mismas oportunidades que el varón. Sin embargo, la mujer logra más éxito en la enseñanza secundaria porque el modelo educativo actual está mejor adaptado a sus aptitudes. También es cierto que los chicos tienen más facilidad para las matemáticas y las ciencias. Habría que ayudar a las chicas a mejorar su rendimiento en estas materias, pero también es preciso encontrar la forma de facilitar a los chicos el aprendizaje –que es distinto al de las chicas–, con un proyecto educativo oportuno.

Libertad de elegir

— ¿Puede decirse que el modelo de enseñanza mixta o el de enseñanza diferenciada son buenos para todos o hay algunos tipos de alumnos a los que les va mejor uno u otro?

        — El sistema educativo debe garantizar la igualdad de oportunidades y que el ciudadano pueda elegir libremente, también dentro de la enseñanza pública, el modelo que más le convenga, ya sea la enseñanza mixta o la educación diferenciada. El sistema público debe ofrecer ambas posibilidades. Si una familia tiene un hijo que no consigue buenos resultados en un colegio mixto, debe tener la posibilidad de elegir una clase donde solo haya chicos, con un profesor y un modelo educativo que favorezcan el aprendizaje de su hijo.

— La Administración Bush ha mostrado una mayor flexibilidad para que pueda haber clases o escuelas para chicos o chicas en la enseñanza pública. ¿Hay escuelas que hayan aprovechado esta posibilidad?

        — La iniciativa acaba de empezar y, de momento, solo hay experimentos, observados por algunos con cierta incredulidad. No obstante, el Departamento de Educación gasta mucho dinero y hay muchas escuelas a las que les parecen interesantes este tipo de proyectos, sobre todo en zonas con alto fracaso escolar.

— En Europa se tiende a mejorar la escuela a golpe de cambios legales, que implantan un determinado modelo. En EE.UU. hay más variedad, aunque solo sea porque la educación depende más de las autoridades locales que del gobierno federal. El modelo de las charter schools dentro del sector público, pero surgidas por iniciativa de profesores y padres, ¿puede ser un buen modo de favorecer un mayor pluralismo educativo?

        — Es muy interesante que haya variedad de posibilidades porque es muy difícil ofrecer alternativas a las clases menos acomodadas. Dar oportunidades para que los padres puedan elegir es bueno. Con este tipo de escuelas, los alumnos pueden conseguir buenos resultados, aumentar su interés por las artes y la música, ser más inteligentes pero, además, la gran beneficiada es la propia sociedad porque se produce un desarrollo humano.

— En un artículo en The Public Interest, decía que enseñar virtudes no es “imponer valores” ni lavar el cerebro. ¿Por qué resulta tan difícil de entender esto en algunos sectores de la educación?

        — En la escuela estadounidense hay un movimiento muy fuerte a favor de la llamada “educación progresista” –basada en la idea de la bondad natural de las personas– y que consiste en no imponer nada al alumno, para que vaya probando y educándose por sí mismo. También hay otra tendencia, con ideas procedentes del cristianismo y del judaísmo, que parte de la base de que las personas pueden equivocarse, elegir mal, y por eso necesitamos ser educados en moral: conocer los límites permite aprender qué hacer.

        Dejar absoluta libertad no equivale a hacer libres a los más jóvenes. Creo que para ser verdaderamente libre y poder elegir bien hay que aprender reglas de conducta, valores. Ningún niño aprende solo a tocar el piano, necesita un método y un aprendizaje. Pasa lo mismo en educación.