Japón necesita más niños o abrirse a la inmigración

Aunque la economía mejore, como se prevé, el descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población presagian graves dificultades para la sociedad japonesa en las próximas décadas. Si no aumentan los nacimientos, la única salida será abrirse a la inmigración; pero esto sigue siendo una píldora amarga que la mayoría de los japoneses se resisten a tragar.

Antonio Mélich. Ashiya
ACEPRENSA Servicio 2/04

Cifras verdaderamente alarmantes

        El problema de la población japonesa no es sólo que se reduce, sino que envejece y que cada vez tiene menos jóvenes. Actualmente hay unos cuatro japoneses de 15 a 64 años por cada jubilado. Las previsiones dicen que en 2025 la proporción será de 2 a 1. El peligro está en que el peso, cada vez mayor, de la responsabilidad de mantener a la población inactiva puede llegar a desmoralizar a los más jóvenes, provocando un círculo vicioso de débil actividad económica y la caída en un nuevo estancamiento, lo que agravaría la carga que debe soportar la población productiva.

        Hacerse cargo de los ancianos trae consigo, por otra arte, una serie de problemas típicos de las sociedades envejecidas, todavía pendientes de resolver. Uno de estos problemas, como apunta Naohiro Ogawa, profesor de demografía de Nihon University, en el semanario The Nikkei Weekly, es que “el sistema actual para cuidar de los ancianos, que depende principalmente de mujeres de mediana edad, de la misma familia o contratadas, será imposible de mantener a medio o largo plazo, lo que tendrá graves consecuencias, especialmente en zonas rurales poco pobladas”. Por ejemplo, los pronósticos para algunas de esas zonas apartadas de la isla de Kyushu son de sólo cuatro mujeres de 40 a 59 años por cada 100 residentes mayores de 65 años, en 2025.

        Por otra parte, a medida que la población se contraiga, se reducirá también el consumo y la fuerza laboral disminuirá de forma drástica. La población activa llegó a un máximo de 87,17 millones en 1995 y desde entonces ha venido disminuyendo de año en año: se prevé por debajo de 70 millones en 2030 y alrededor de 54 millones en 2050.

La mano laboral extranjera parece imprescindible

Desequilibrio social

        Pero los efectos del descenso de la natalidad van todavía más lejos. La sociedad en sí estará cada vez más desequilibrada a medida que decrezca el número de gente joven y suba el de ancianos. En la actualidad uno de cada seis ciudadanos es mayor de 65 años, y en 2050 la proporción será de 1 a 3. La pregunta obvia que se hacen los responsables de formular la política nacional es: ¿quién se hará cargo de esa multitud de ancianos, y cómo podrá el maltrecho fondo público de pensiones evitar desmoronarse totalmente?

        La solución a primera vista parece clara: facilitar el aumento de la población haciendo subir el índice de natalidad –evitando, por ejemplo, la discriminación laboral de la mujer y mejorando los servicios de guarderías infantiles–, o facilitar la inmigración. Las dos cosas se presentan difíciles. La inmigración es una píldora amarga para la sociedad japonesa, pero probablemente inevitable. Si en las próximas décadas no se logra el aumento de la natalidad, Japón no tendrá más remedio que buscar ayuda en el extranjero, facilitando la inmigración. Un informe reciente de las Naciones Unidas estima que Japón necesitará aceptar 17 millones de inmigrantes antes de 2050.

Por cultura la mujer carga con la casa

¿Por qué baja la natalidad?

        En cuanto a la disminución de la natalidad, parece evidente, a la vista de las estadísticas, que los japoneses no quieren tener hijos. Sin embargo, una encuesta llevada a cabo por el National Institute of Population and Social Security Research sugiere que las razones son un poco más complejas. A la pregunta de cuál piensan que sería el tamaño ideal de la familia, la mayoría de los matrimonios dicen que les gustaría tener tres hijos (la media es de 2,56).

        Si los matrimonios quieren tener hijos, ¿por qué baja la natalidad? La razón principal que alegan la mayoría de los matrimonios es que encuentran demasiado difícil compaginar la responsabilidad de un trabajo serio con la crianza de niños. Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres que trabajan, que en Japón llevan todavía casi todo el peso del cuidado del hogar y de los hijos.

        En los últimos años el gobierno japonés está empezando a tomar medidas para tratar de resolver estos problemas, aunque hasta el momento los resultados no parezcan demasiado alentadores. Según una encuesta del Ministerio de Sanidad, una de cada cuatro mujeres que tuvieron su primer hijo en 2001 tuvo que dejar el empleo por no poder superar las dificultades para compaginar trabajo y familia.

Facilitar la maternidad

Fomentar la fecundidad

        En septiembre de 2002 se hizo pública una iniciativa llamada “Plus One Proposal to End the Low Birthrate”, que presentaba un proyecto de ley para hacer más fácil la vida a los matrimonios jóvenes que trabajan y tienen hijos pequeños. El programa propone mejorar, por parte del gobierno, el acceso a guarderías infantiles y la extensión de subsidios a las parejas que buscan terapia contra la infertilidad. La Dieta aprobó en julio pasado una nueva legislación en este sentido y recomendó a las empresas dar las ventajas que la ley ofrece a los nuevos padres (permisos por maternidad o paternidad y otras prestaciones), así como poner guarderías infantiles en los centros de trabajo y permitir flexibilidad de horarios a los nuevos padres.

        De hecho, cada vez más grandes empresas proporcionan servicios de guardería para sus empleados y crece también el número de guarderías privadas. En el caso de las grandes empresas, prácticamente todas actúan así porque saben que no podrían retener en sus puestos de trabajo a empleadas cualificadas si no les facilitaran una ayuda efectiva en la crianza de los hijos. El problema, por desgracia, está en que los directivos de empresas medianas y pequeñas no prestan, o no pueden prestar, la atención debida a esta cuestión por el coste adicional que les supondría mantener esos servicios.