Ampliación del curso de formación para padres

Colaborar en el hogar

 

Victòria Cardona. Educadora Familiar 11/04/2003 E-cristians.net

Buena herramienta educativa

        En el capítulo anterior reflexionábamos sobre la educación de la voluntad, creando hábitos y motivando a nuestros hijos y hijas para aprender a hacer el bien fortaleciendo su responsabilidad, hoy estudiaremos la forma práctica de llevarlo a cabo con una gran herramienta educativa: los encargos. Hemos ilustrado la página con la fotografía de una criatura que está dispuesta a barrer toda la broza que encuentre en su camino, para demostrar que de bien pequeños pueden empezar a colaborar en las tareas del hogar.

        El hogar es de toda la familia, si bien el padre y la madre son los que deben organizar el buen funcionamiento del mismo, conseguir una buena convivencia y también que los que lo forman, los hijos y hijas, sean personas íntegros, capaces de saber convivir con los otros.

Cada uno es cada uno

        En casa tenemos a nuestro alcance muchas posibilidades para hacer colaborar a los nuestros, desde cosas materiales para contribuir al buen orden de la casa como podrían ser ir a comprar alimentos, recoger la cocina, asear los armarios, etc., hasta cosas que contribuyen más a la sensibilidad, como ocuparse de jugar con un hermano pequeño, explicar cuentos, hacer compañía a un abuelo enfermo... Todo, siempre, para mejorar a nuestro hijo y hija y para que aprenda el valor de la generosidad.

        Es muy importante a la hora de repartir los encargos, el conocimiento de cada cual y su edad y carácter. Debemos observar como es este hijo o hija y sus posibilidades; el encargo tiene una función educativa, por lo tanto tiene que ser adecuado a su individualidad; se trata de saber qué hará bien hecho, para poderle valorar o lo que le hará un bien para aumentar sus capacidades. Tener una responsabilidad en el hogar, es siempre un medio para crecer en la responsabilidad personal y para que los hijos y hijas pequeños y grandes, comprueben que la verdadera felicidad está en hacer la vida agradable a los otros.

Saber encargar

        Todos sabemos por propia experiencia que padres y madres hacemos más deprisa lo que hemos encargado pero también es uno hecho, que para educar hay que tener paciencia y saber esperar. Los resultados nunca son inmediatos, pero seguramente tendremos muchas ocasiones para valorar el esfuerzo hecho, cuando se ocupan de lo que les hemos pedido, y también la madurez de los progenitores al hacer el seguimiento de que aquello se cumpla, sin impacientarse. Por ejemplo: ''tú puedes hacerlo, estoy seguro'', ''te felicito por lo que has hecho'', ''¡que alegría me has dado!'', ''si me necesitas dímelo''. Este estilo de frases ayudan a crear autoaprecio y que todos tengan una actitud positiva que fomente una buena disposición para obedecer.

        Para estimular la iniciativa y la ilusión, es muy práctico reunirse para hacer el reparto de tareas, y que quede escrito en un cartel, a quien se adjudica cada cosa. Mensualmente se tendrá que revisar y hacer los cambios oportunos. Por ejemplo, el encargo de recoger la cocina, no es igual que el de tomar nota de quién telefonea, o el de programar la televisión para los niños; por lo tanto, se debe hacer de suerte que todos vayan cambiando y que no les resulte arduo.

Algo más

        Aparte de la tarea que se acuerda, se da por supuesto: el cuidado de las cosas personales. De bien pequeños deben recoger sus juguetes, si es necesario, con la ayuda de un mayor, y más adelante hacerse la cama y otras responsabilidades. No olvidemos que uno de los grandes valores que transmite la familia es ayudar a los suyos a ser agradecidos, por esto, el agradecimiento que demostramos en ser ayudados es fundamental a la hora de transmitir este valor. Tenemos que saber dar pero también tenemos que saber recibir. Si padres y madres se acostumbran a recibir ayuda, podrán dar las gracias y no se quejarán de la poca participación familiar.

        Expresamente no ponemos en este artículo una lista de encargos que se pueden llevar a término, puesto que cada familia tiene su estilo, sus circunstancias y sus necesidades.Después de un buen diálogo se les puede hacer participar en unas cuántas tareas, y así, se animarán a ser más responsables, a esforzarse para mejorar personalmente, a acabar el trabajo encargado y, sobre todo, a saberse útiles y valorados en el hogar.