Apellidos
Fernando Pascual, L.C.
Autoridad y libertad en la educación de los hijos
Victoria Cardona

        En muchos pueblos y culturas los apellidos recogen una historia familiar. Sirven para saber quiénes fueron nuestros padres, abuelos, bisabuelos, y una larga lista de antepasados. Nos sitúan dentro de un camino de generaciones humanas.

        En el pasado de cada uno hay hombres y mujeres ilustres o desconocidos, ejemplares o delincuentes, santos o pecadores. La lista es inmodificable: nadie puede destruir lo que ha sido su historia. Sin aquel eslabón, hermoso u oscuro, no sería posible caminar hoy entre los vivos.

        Por eso el apellido encierra un significado rico y misterioso. A través del mismo evocamos un pasado en el que se conjugan aspectos sorprendentes, también aquellos que pueden desconcertarnos. Quisiéramos que todo hubiera sido brillante y hermoso, pero las manchas oscuras dejan una extraña sensación de pena. ¿No pudimos haber tenido una historia diferente y más hermosa?

        Cada apellido encierra, por lo tanto, un misterio. Hombres y mujeres amaron y odiaron, brillaron por sus virtudes o fueron tristemente famosos por sus defectos. En la lista de generaciones, un día se produjo el nacimiento de cada uno de nosotros.

        Por eso al acoger un apellido asumimos una historia. No somos culpables de la misma, si hay, y casi siempre los habrá, antepasados llenos de miserias. Ni somos merecedores de sus cualidades, si hay, y casi siempre los habrá, antepasados que brillaron por sus virtudes.

        De ahí nace un sano respeto por el propio apellido y por el apellido de otros. Porque una persona concreta no es ni mala ni buena por los apellidos que tenga, ni merece ser aplaudida o ridiculizada por la belleza o la extrañeza de esas palabras que la conectan con su pasado.

        Todo apellido merece, por lo mismo, nuestro respeto. En la larga cadena de las generaciones humanas, nos permite entrever ese misterio insondable de la libertad. Con ella algunos han llegado a cometer delitos inconfesables, mientras que otros han escrito páginas muy hermosas de la historia humana. ¿Qué página podemos escribir los hombres y mujeres de nuestra generación?