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Libertad
y tolerancia en una sociedad plural: el arte de convivir
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Alfonso
Aguiló
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Pero parece
que el crecimiento demográfico actual es una seria amenaza
para el desarrollo y el futuro de nuestro planeta, tanto por la escasez
de recursos naturales como por el deterioro ambiental.
Ya hemos visto
que los datos no son tan alarmantes. Cualquier experto en economía
agraria sabe bien que la dieta alimenticia de la población
mundial no ha parado de crecer en los últimos cincuenta años.
Y quienes estudian la economía de los recursos naturales saben
que todos los recursos son cada vez más accesibles, en lugar
de más escasos, como lo demuestra el descenso de los precios
de todos ellos a lo largo de décadas y siglos.
Bien, pero
se dice que el aumento de población de una sociedad reduce
el ahorro, impide la inversión, disminuye las posibilidades
educativas y es la causa fundamental del hambre en el mundo.
Ninguna de esas
afirmaciones sobre el aumento de la población parece avalada
por la historia:
Los
costes de los recursos naturales han ido disminuyendo a largo plazo
en todos los casos, salvo alguna excepción temporal. Es decir,
ha crecido siempre la disponibilidad de materias primas. Por ejemplo,
el precio actual del cobre -en función de los salarios de
cada época- es aproximadamente una décima parte del
que tenía en el siglo XVIII, la centésima parte que
durante el Imperio Romano, y la milésima parte que en Babilonia
hace 4000 años.
Los productos elaborados
(bolígrafos, camisas, neumáticos, etc.) son cada vez
más baratos, porque cada vez sabemos producir más
y a menor coste.
El incremento de
productividad por unidad de superficie agraria ha crecido muchísimo
más rápido que la población, y hay serias razones
para pensar que esta tendencia continuará. Por tanto, hay
cada vez menos motivos para preocuparse por la disponibilidad de
tierra cultivable: aumenta el número de cosechas al año,
aumentan los rendimientos por hectárea gracias a las mejoras
en los métodos de cultivo y los fertilizantes, y aumenta
también la superficie por la puesta en cultivo de nuevas
tierras y por la recuperación de tierras abandonadas.
Solo hay un recurso
importante que parece haber empezado a decrecer, y es el más
importante: el ser humano. Ahora hay más gente que nunca
en el planeta. Pero si midiéramos la escasez de seres humanos
de la misma manera que medimos la escasez de otros bienes económicos,
vemos que los salarios no han hecho más que subir en todo
el mundo, en los países pobres y en los ricos. La cantidad
que hay que pagar a un peluquero o un cocinero o un economista ha
subido en la India igual que en Estados Unidos. Este incremento
de los precios es una clara muestra de que las personas son cada
vez más escasas, aunque seamos más.
Todas las predicciones
de los alarmistas han resultado claramente erróneas. Los metales,
los alimentos y demás recursos naturales son ahora más
accesibles, en vez de más escasos, como se predecía.
Los expertos concuerdan en que
Las grandes hambrunas
han sido, casi sin excepción, consecuencia de conflictos civiles
y de desórdenes políticos y económicos.
Los problemas
del Tercer Mundo solo pueden resolverse mediante la solidaridad internacional
y la solución de los problemas internos de esos países:
mala política y administración, corrupción, guerras,
etc. Es ahí donde hay que ayudarles.
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