|
|
|
Hay que agradecer a la modernidad el mérito de haber dado mucho valor a la libertad. Pero la libertad no puede sostenerse sola sin que degenere en la arbitrariedad, con la que como reconocieron Nietzche y muchos otros toda la vida personal y social se convierten en una pura afirmación de poder. Para que la libertad quede asegurada, el poder -y la libertad misma- han de rendir cuentas a la verdad: La libertad auténtica debe estar ordenada a la verdad. Pero tampoco podemos volver a los viejos tiempos, en que uno decía qué era la verdad y todos los demás obedecían... Precisamente por eso es preciso que haya siempre en la sociedad un amplio debate sobre la verdad, de manera que en ella puedan fundamentarse la libertad y dignidad humanas. Pese a las muchas diferencias que hay entre los hombres, podemos entendernos porque tenemos en común la naturaleza y la capacidad de razonar, que son universales. Y ese debate no debe eludirse tampoco a la hora de elaborar las leyes, pues ellas también deben obediencia a la verdad, y no solo a los parlamentarios. ¿No encuentras suficiente el debate que de por sí suponen las urnas, y que se refleja en los parlamentos democráticos? No siempre, porque la libertad también la de los parlamentarios no está inmunizada contra el riesgo de caer en la arbitrariedad. La conciencia civil la de los ciudadanos y especialmente la de sus representantes parlamentarios debe buscar siempre como referencia la verdad de las cosas, que guíe y oriente la acción política. De lo contrario, la vida social se convertiría en una pura afirmación de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como corrobora tristemente la historia. | |||||
Recibir NOVEDADES FLUVIUM |