Por compasión...

Como canta la Pradera, "no se estila, ya sé que no se estila que te pongas, para cenar, jazmines en el ojal". Y lo que todavía se estila menos –vamos, que nos parece un horror y lo peor de lo peor– que, en nuestra gama de sentimientos profesionales, entre la compasión. Tal vez porque no se sabe quién ni porqué nos ha vendido la burra ciega de que la dureza.

Pilar Cambra. www.expansionyempleo.com

Pues no es tan despreciable

        Pero, miren, el Diccionario de la Real Academia Española, como el algodón del famoso anuncio, no engaña. Y define el verbo "compadecer" con varias y muy hermosas acepciones. La primera es ésta: "Compartir la desgracia ajena, sentirla, dolerse de ella". También afirma el diccionario que personas o cosas "se compadecen" cuando "se conforman o unen".

        Resumiendo: la compasión, lejos del sentimiento blandengue y como de segundo orden al que se ha condenado al destierro en el ámbito laboral, es un movimiento del corazón y de la cabeza bien útil y fructífero. Porque se trata, sencillamente, de ponerse en el lugar del otro, especialmente cuando vienen mal dadas. Y creo yo que ningún equipo humano tiene garantizado el éxito a menos que todos y cada uno de sus miembros sean capaces de comprender, unirse, "compadecerse" con los demás.

Importante conocer

        Y es que resulta que ya los clásicos afirmaban que ningún ser humano llegará a la plenitud, a obtener el máximo jugo de sus capacidades, a poner por obra todo su potencial si no se conoce a fondo a sí mismo. Del mismo modo, nadie logrará que los recursos humanos de una empresa funcionen a pleno rendimiento si ignora el "fondo de almario" –no es una errata: he escrito "almario", que viene de "alma"– del que se dispone.

        Y una larga y contrastada experiencia demuestra palmariamente que al personal, al gentío espeso y municipal, se le conoce bastante mejor en las duras que en las maduras, en los malos tragos que en los momentos de risotada. Porque no sé si se han percatado de que, salvo con la rara excepción de los cocodrilos, las lágrimas suelen ser más sinceras que las sonrisitas de conejo.

Para no actuar mal

        De este modo podemos llegar a la conclusión de que, en el trabajo, la compasión no es asunto de personalidades niñoides y encogidas sino un don que poseen y usan con sabiduría tipos muy duros y tipas con las pestañas de lo más bien puestas. Porque la etapa siguiente a la compasión, que equivale a "compresión", es la acción: moverse en la dirección que está demandando a gritos la "temperatura emocional" de un grupo humano.