El engaño de la intolerancia laicista

Alfonso Aguiló
Carácter y acierto en el vivir:100 relatos y reflexiones sobre la mejora personal

        El engaño de la intolerancia laicista es casi siempre el mismo. Se parte de la idea de que las leyes no deben reflejar principios derivados de ninguna religión, con objeto de lograr así que sean válidas para todos los ciudadanos de cualquier fe o de ninguna.

        Con ese artificio dialéctico, presentan su posición -que denominan la posición laica-, no como uno de los términos en discusión, sino como la solución impuesta previamente y que debe ser punto de coincidencia inicial para todos, ganando así de antemano el debate.

        Como es obvio, este tipo de victorias ideológicas a priori son poco conciliables con el pluralismo y con las normas más elementales del buen uso de la inteligencia.

        El hecho de que una opinión se denomine a sí misma "laica" y no coincida con ninguna religión no significa que esté instalada en el vacío filosófico, ni que sea neutra, ni que sea válida para todos.

        Es caer en un curioso dogmatismo, una especie de confesionalismo ideológico impuesto en nombre del mismo abuso del que se acusa a los demás.

        Por otra parte, tratar de imponer que solo es admisible una religiosidad dispuesta a transigir en todo lo que la máquina del Estado diga o haga, es una ingeniosa manera de amordazar las inteligencias de los ciudadanos.

        Marcar con la sospecha de intolerancia a todo aquel que mantiene convicciones religiosas profundas es muy poco tolerante.