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Ante el declive del autoritarismo, nos encontramos quizá hoy ante una ocasión inmejorable de devolver a la autoridad su auténtico sentido, despojándola de las muy diversas formas falseadas que han deformado su rostro amable, convirtiéndola en origen de automatismos, de rechazo o de sumisión. La autoridad ha de estar, quizá hoy más que nunca, avalada por el prestigio. Además, la afirmación desnuda e impositiva, propia del talante autoritario, no es otra cosa, en muchos casos, que simple pereza intelectual. La verdadera autoridad acostumbra a dejar en sus juicios, cuando conviene, la huella del movimiento que le condujo hasta ellos, y siempre procura:
El error del autoritarismo, como el del permisivismo, tienen nefastas consecuencias en la educación y en la organización social: Ni la libertad exige el permisivismo, ni la autoridad ha de suponer autoritarismo. | |||||
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