Exaltación de la espontaneidad

Alfonso Aguiló
Carácter y acierto en el vivir:100 relatos y reflexiones sobre la mejora personal

        Sin duda, la espontaneidad es un valor emergente en la sociedad de nuestros días. Ser espontáneo y natural es algo que hoy, afortunadamente, se valora mucho. Hay una gran pasión por todo lo que significa apertura y claridad, un elogio constante de las conductas que revelan autenticidad.

        La gente joven tributa un apasionado culto a la sinceridad de vida, quizá como respuesta al rechazo producido por algunos rasgos bastante frecuentes en generaciones anteriores.

        Todo eso, no cabe duda, esconde un avance innegablemente positivo. Y en el ámbito de la educación, se trata de una conquista de la sensibilidad contemporánea que ha supuesto aportaciones especialmente valiosas. Moverse en un clima de confianza se considera hoy un principio educativo fundamental, decisivo también para la formación del carácter.

        Sin embargo, es necesario un sensato equilibrio en todo lo relacionado con la espontaneidad: un equilibrio entre la hipocresía y lo que podríamos llamar exceso de espontaneidad.

        El equilibrio del carácter y la personalidad exige una cuidadosa compensación entre un extremo y otro. Y así como hace treinta años podía ser mayor el peligro del envaramiento o la desconfianza, quizá ahora sea más bien el de la excesiva desinhibición o desenfado.

        La exaltación de la espontaneidad y la devaluación de la seriedad producen también frutos diversos y ambivalentes. Pretenden fortalecer la personalidad, y en gran parte lo logran, pero también traen el riesgo de producir personas con una espontaneidad aleatoria, gracias a la cual son lo que les viene en gana en cada momento, lo que a cada paso se les ocurre. Lo malo es que las ocurrencias, las ganas, suelen ser imprevisibles, y esa no es la mejor forma de guiar una vida.