|
|
|
Tachito ya era
mayor. No era ése su nombre de pila, pero ahí fue donde
la evolución nominal se detuvo. "Tachito" se prestaba
a menos equívocos que "Cachito". "Cachito"
sonaba más musical que "Crachito". "Crachito"
era un producto típico de la economía del lenguaje,
pues era más práctico que decir "Pancrachito".
Y "Pancrachito" era más cariñoso que "Pancracito". Después fue creciendo y se dio cuenta de que a su alrededor giraban algunos planetas, satélites varios a su completo servicio. Por ejemplo, cuando tenía hambre o simplemente se aburría en su órbita, aprendió que, llorando o articulando dos veces el sonido extraño de "ma", todos sus problemas se resolvían. Una vez que desarrolló su propio medio de locomoción, descubrió que los confines del Universo no eran los barrotes de su cuna, que había todo un mundo de planetas, meteoritos y cometas: El planeta papá que le llevaba en su coche y, sentándole en sus piernas, le dejaba manejar. El planeta Fido, de otra especie, que ladraba y jugaba con él. El satélite araña, que tenía más patas que Fido y él juntos y con el que, según le recomendaba el planeta mamá, no debía jugar sino darle un pisotón (o en términos cosmológicos: aplicarle un bigbang). El planeta hermano Jaimito que se parecía mucho a él, compañero de juego, pero contra quien había que chocar cuando se atrevía a poner en duda la centralidad de Tachito en el sistema. Tachito era oriundo de San Tristán de los Campanarios, un remoto pueblo de una sierra perdida, pero para Tachito era la verdadera capital del mundo, el núcleo del universo, el modelo de la ciudad civilizada. Todos los demás pueblos y ciudades los consideraba sólo reflejos pálidos del suyo, la metrópoli por excelencia. Y qué
no pensaba de su país. Para Tachito, era la única cultura
en plenitud, con el idioma más perfecto, la técnica
más avanzada, donde se jugaba el mejor fútbol del mundo.
Ciertamente su país nunca había ganado una copa del
mundo, pero Tachito estaba convencido de que se debía a variables
del todo extrañas a la calidad real de su equipo nacional. Uno de los recuerdos
que Tachito guardaba más frescos de sus años de escuela
era aquel de la profesora explicando lo de que la Tierra no era el
centro del Universo. Aunque ya viejo, Tachito todavía leía
con avidez y se mantenía al tanto de las últimas novedades
de los astrónomos más atrevidos del planeta, pues no
perdía la esperanza de que alguno de ellos viniera a desdecir
la teoría tan terca de su profesora de primero de primaria.
Tachito creía firmemente que el geocentrismo se llevaba mejor
con el egocentrismo que con tanta devoción practicaba. Ayer, Tachito recibió la visita de un viejo amigo. Recordaron juntos viejos tiempos, hablaron también del clima, del fútbol, de los achaques y de la brevedad de la vida. El amigo llegó a comentarle que tarde nunca es, y que al final de la vida, lo único que va a valer la pena, lo único que quedará cuando todo se haya acabado, va a ser lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres. Tachito | |||||
Recibir NOVEDADES FLUVIUM |