De vuelta

Enrique Monasterio
Un safari en mi pasillo. Otra catequesis desenfadada a la gente joven

        Hoy, al leer en la Santa Misa el pasaje de los dos discípulos que huyen a Emaús el mismo día de la resurrección, he pensado que se trata de un episodio muy actual. Hay muchos miles de cristianos que pueden verse retratados en esta historia. Hombres y mujeres que están “de vuelta”. Quizá fueron ardorosos seguidores de Jesucristo, como Cleofás y su compañero, pero han perdido la esperanza y tal vez la fe. Constatan que Jesús ha muerto, que lo han matado entre todos, y ya no saben dónde ni cómo encontrarlo. Lo han expulsado de los centros de enseñanza, de los hospitales, de los parlamentos, de los cenáculos de la cultura… Ha quedado confinado en los museos. Su nombre es sólo un recurso literario o un tabú que no debe pronunciarse en público.

        —“Nosotros esperábamos que él sería en futuro restaurador de Israel…”

        ¡Pobre Cleofás! Había puesto su esperanza en un triunfo político del Mesías.

        —“Pero ya ves; han pasado dos días de esto…”

        Los discípulos de Emaús no fueron capaces de vivir a oscuras dos días. Nosotros, seamos sinceros, tampoco.

        Sin embargo, en medio de esa oscuridad, “Jesús en persona se acercó y se puso a dialogar con ellos”.

        ¡Lo he visto tantas veces! Todo aquello que hace sufrir, incluso esa tristeza honda que es consecuencia del pecado, puede ser ocasión de encuentro con Jesucristo. El Señor quiere compartir el dolor de los que huyen; se pone a su lado y les habla en el fondo de su conciencia.

        “Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo”.

        Nos toca a todos desvelar ese rostro a los que todavía no lo han descubierto. Volverán a estar “de ida” con tal de que pierdan el miedo a abrir las puertas a Cristo, que pasa.