La fidelidad: teología y cine.
«Nada más doloroso y devastador que el divorcio»

Rufino Valente www.PiensaUnPoco.com

Observan cambios a mejor         En esta serie de artículos, a través del recorrido de diversas películas, el autor expone cómo el séptimo arte está siendo un instrumento privilegiado para recuperar la cordura y mostrar del mejor de los modos cómo tras la muerte de dios y de la fidelidad conyugal se advierte un movimiento cultural muy significativo que aboga por la «resurrección» de Dios y de la fidelidad en la cultura contemporánea.
Sus nefastos efectos a la vista de todos están         Hace unos años, en un curso de perfeccionamiento de la lengua inglesa en el que participaba, tuve la ocasión de presenciar y de intervenir en la siguiente escena. El profesor –siguiendo un sistema de enseñanza basado principalmente en la conversación– abrió la sesión dirigiéndonos a los alumnos la siguiente pregunta: ¿qué pensáis acerca del divorcio? El primero en responder fue un distinguido periodista, quien afirmó con cierta soltura: «el divorcio es progreso». A partir de allí los restantes alumnos confirmaron la opinión del primero, hasta que llegó mi turno. Mi escaso nivel de inglés y mi condición de sacerdote no me ponían en las mejores condiciones para expresar eficazmente mi opinión acerca del divorcio: hice lo que pude, intentando mostrar la falsedad que encerraba la afirmación de mi compañero de clase. Ciertamente, hubiera podido explicar –si las circunstancias hubiesen sido otras– cómo el divorcio no es precisamente una institución moderna: pertenece a la historia más antigua del hombre y tiene su origen en lo que Jesús calificó como «dureza de los corazones». Un cierto tipo de divorcio ha existido en todos los tiempos y en todas las culturas. Pero eso no significa que sea algo natural, como tampoco son naturales la prostitución y el pecado, es decir, toda ofensa a la dignidad de la persona. Una consideración de este estilo hubiese podido convencer a algunos de ellos de que el divorcio no puede considerarse como un paso adelante en el progreso, por lo menos en un sentido absoluto. Si esa escena se hubiera producido hoy, me hubiera resultado mucho más fácil limitarme a citar las palabras de Ingmar Bergman con las que se abre la película «Infiel»: «Nada más doloroso y devastador que el divorcio».
¿Fidelidad?         ¿Qué ha podido suceder en Europa para que personas instruidas y culturalmente relevantes consideren como signo de progreso lo que sólo es una desgracia con efectos dolorosos y devastadores? Lógicamente, no pretendemos responder exhaustivamente a esta pregunta en unas pocas lineas, pero nos parece que –entre los diversos factores a tener en cuenta: una idea reducida de la persona y de la libertad, el hedonismo reinante, etc.– cabe destacar la ausencia de un correcto concepto de fidelidad no ya en los círculos liberales que han dominado la cultura occidental durante los últimos siglos sino también en los diversos ámbitos de la cultura católica. En los siguientes artículos abordaremos esta cuestión.