El león y la gacela

Alfonso Aguiló
Carácter y acierto en el vivir:100 relatos y reflexiones sobre la mejora personal

        "Imaginen ustedes la escena...", decía pausadamente Fred Smith, al inicio de una conferencia en Tennessee (USA) hace unos años.

        "Sitúense en la sabana africana, a orillas del lago Victoria, por ejemplo.

        "Una gacela se despierta por la mañana, con la salida del sol, y piensa: "Hoy tengo que correr más que el más rápido de los leones, si no quiero acabar devorada por uno de ellos."

        "A pocos kilómetros de allí, se despierta también un león, e inicia su día pensando: "Si no quiero morir de hambre, hoy tengo que correr al menos un poco más que la más lenta de las gacelas".

        Smith hace una pausa más larga, y, dirigiéndose al auditorio, concluye:

        "No sé si el papel de cada uno de ustedes en su vida es ahora el de león o el de gacela. Pero, en cualquier caso, por favor, ¡corran!"

        Aunque en aquel momento Smith se refería al fenómeno de la competencia en los mercados financieros, podemos aplicar esa imagen al esfuerzo por la mejora personal del carácter. En la vida de cualquier persona sucede algo semejante. Nos puede parecer que las circunstancias en que vivimos son duras, incluso crueles, como esa sabana africana en la que hay que estar siempre corriendo para lograr comer y no ser comido.

        Ante esa coyuntura, tan real como la vida misma, podemos dedicarnos a pensar en el porqué de nuestra situación, o en la causa de todo lo que nos sucede, o en lo que sea. Y seguramente serán reflexiones positivas. Pero lo que no podemos hacer, mientras, es dejar de correr.

        Es preciso buscar sinergias, y superar los planteamientos innecesariamente competitivos, ciertamente, pero eso no quita que la vida suponga un reto permanente, que reclama un esfuerzo y una exigencia constantes. De hecho, la mayor parte de los fracasos humanos son causados por una precipitada cancelación del esfuerzo, porque uno admite demasiado pronto que no es capaz de resolver un problema o que el problema no tiene solución.

        Conviene reflexionar con hondura sobre las cosas importantes, es algo verdaderamente decisivo. Pero lo que no podemos hacer es dedicarnos plácidamente a pensar en ellas y dejar de correr. No podemos dejar de poner esfuerzo en las cosas. Hay que esforzarse, espabilar, correr. Y eso tanto si pensamos estar en el papel del león (peleando por alcanzar un objetivo), como si nos vemos, más bien, en el puesto de la gacela (intentando evitar un desastre). La vida es así, qué le vamos a hacer.

        Tampoco sería exacto decir que la vida es una simple y extenuante carrera, puesto que lo que importa no es, simplemente, ir más rápido o ganar más tiempo. Lo que importa es nuestra capacidad de acertar en la diana. Pero hay momentos de largas carreras, en los que todo parece muy difícil, y podemos llegar a estar cansadísimos y desanimarnos. Son ocasiones en las que notamos el desgaste de un esfuerzo continuado en determinada dirección, y la tentación que nos acecha es muy sencilla: dejar de correr. Cuando esto sucede, hemos de pensar que, como el león o como la gacela, es preciso seguir corriendo si es que queremos sobrevivir. En eso, la vida no va a cambiar. Bueno, mejor dicho: cambiará si nos paramos, porque ese será el principio del fin.

        Forjar con acierto el propio carácter no es una tarea fácil ni rápida. Sin embargo, es posible y asequible a cualquiera, y, sobre todo, es decisivo para el resultado de nuestra existencia. Es preciso centrar nuestra vida en principios y valores acertados, pero después hay que cultivar con paciencia esa buena simiente, sin desfallecer. Hay que irrumpir con decisión en esas zonas cómodas y oscuras de nuestra vida, donde buscan cobijo nuestros errores y debilidades, para arrancar de allí la maleza y lograr que no gane terreno en nuestra vida. Si acometemos esa tarea con empeño, constancia y deportividad, en poco tiempo nos sorprenderemos del resultado.