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Carácter
y acierto en el vivir:100
relatos y reflexiones sobre la mejora personal
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Para
facilitar la obediencia hay que saber mandar
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La
amistad entre padres e hijos se puede conjugar perfectamente con la
autoridad que requiere la educación.
Es
preciso crear un clima de gran confianza y de libertad, aun a riesgo
de que alguna vez seamos engañados. Más vale que luego
ellos mismos se avergüencen de haber abusado de esa confianza
y se corrijan.
En
cambio, cuando falta un mínimo de libertad, la familia se puede
convertir en una auténtica escuela de la simulación.
Pero a los adolescentes les cuesta mucho obedecer, les parece humillante...
Tienen
que entender que, nos guste o no, todos obedecemos. En cualquier colectivo,
las relaciones humanas implican vínculos y dependencias, y
eso es inevitable. No pueden engañarse con ensueños
de rebeldía infantil.
Pero,
de todas formas, piensa si quizá les cuesta mucho obedecer
porque tú no sabes mandar sin imperar. No olvides que hay muchos
detalles que hacen más fácil y grata la obediencia:
Exígete
en los mismos puntos en que aconsejas, mandas o corriges. Es muy
duro, si no, escucharte luego que tienen que ser humildes, pacientes
y ordenados, si tú no vas por delante con el ejemplo.
Manda con afán
de servir, sin dar la sensación de que lo haces por comodidad
personal. Que vean que te molestas tú primero. Muchas veces
así ellos entenderán, sin necesidad de que nadie se
lo diga, que deben hacer lo mismo.
No exhibas demasiado
la autoridad. No des lugar al temor o a la prevención.
Procura saber lo
que hiere a cada uno, para evitarlo delicadamente si es preciso.
Sé comprensivo y sé muy humano. Aprende a disculpar.
No te escandalices tontamente, pues supone casi siempre falta de
conocimiento propio.
Habla con llaneza
y sin apasionamiento, sin exagerar, procurando ser objetivo. Aprende
a discernir lo normal de lo preocupante o grave.
Habla con claridad,
a la cara. No seas blando, pero tampoco cortante.
Sé positivo
al juzgar y pon en primer término las buenas cualidades,
antes de ver los defectos, y sin exagerarlos.
No quieras fiscalizarlo
todo. No quieras uniformarlo todo. Ama la diversidad en la familia.
Inculca amor a la libertad, y ama el pluralismo como un bien.
Respeta la intimidad
de tus hijos, sus cosas, su armario, su mesa de estudio, su correspondencia.
Y enséñales a respetar a los demás y su intimidad.
No dejes que se
prolonguen demasiado las situaciones de excesiva exigencia. Para
ello, debes estar atento a la salud y al descanso para que nadie
llegue al agotamiento psíquico o físico. Debes extremar
los cuidados a los más necesitados (no todos los hijos son
iguales), para evitar que tomen cuerpo las crisis de crecimiento
o de madurez.
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