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No a la idiotez sincera |
"Mamá, es que no lo entiendes. La gente joven dice lo que piensa, sin hipocresías." Así defendía una joven adolescente la escasa educación y diplomacia de una amiga suya a la que había invitado a pasar unos días con ellos durante las vacaciones. Pero decías que era bueno decir las cosas claras, ¿no? Por supuesto. Pero hay que encontrar también un sensato equilibrio entre la hipocresía y lo que podríamos llamar mal llamado exceso de sinceridad. Porque se puede ser cortés sin adular, sincero sin tosquedad, y fiel a los propios principios sin ofender torpemente a los demás. Decir la verdad que no resulta conveniente revelar, o a quien no se debe, o en momento inadecuado, más que muestra de sinceridad suele ser carencia de sensatez. Conviene añadir sensatez a nuestra sinceridad, y así evitaremos como escribió H. Cavanna la idiotez sincera, que no por sincera deja de ser idiota. Echar fuera lo primero que a uno se le pasa por la cabeza, sin apenas pensarlo, o dejar escapar los impulsos y sentimientos más primarios indiscriminadamente, no puede considerarse un acto virtuoso de sinceridad. La sinceridad no es un simple desenfreno verbal. | |||||
Impulsos y sinceridad |
Hay que decir lo que se piensa, pero también se debe pensar lo que se dice. El que se encuentra a un amigo que acaba de perder a su padre y le dice que no lo siente lo más mínimo porque su padre era antipático e insoportable, no es sincero, aunque sintiera eso realmente, sino un auténtico animal. Bajo la excusa de esos estilos de falsa sinceridad se esconden a menudo arrogancia, grosería o ganas de provocar y zaherir a los demás. Quienes así actúan son figuras tristes de hombres o mujeres que se dejan llevar por sus impulsos más primarios y distan mucho de alcanzar un mínimo de madurez en su carácter. La exaltación de la espontaneidad produce frutos ambivalentes. Pretende fortalecer la personalidad, y en gran parte lo logra, pero su exceso conlleva el riesgo de producir personas con una espontaneidad aleatoria, que les lleva a ser lo que les surge a cada momento, lo que se les ocurre, y la simple ocurrencia no parece la mejor guía para formar el carácter. | |||||
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