Los vientos dominantes

Alfonso Aguiló
Educar el carácter

 

Consistencia

        Hablando del qué dirán es muy clásico el ejemplo de la torre y la veleta. De esas torres medievales que desafían al paso de los siglos, y que a sus pies todo cambia, se mueve, se vende y se compra, pero ellas siguen ahí.

        La solidez de la torre viene a ser el símbolo del carácter firme, de la persona que sabe cumplir su deber. La veleta, en cambio, está en la cúspide, resulta muy vistosa, se mueve a un lado y otro sin dirección fija. Tiene su utilidad, sí: saber hacia dónde va el viento dominante. Igual que las personas sin carácter: sirven para saber cuál es la moda del ambiente en que se mueven, pero para poco más.

        Las personas cuyo carácter es como las veletas son menores de edad en cuanto a las razones. Quizá en su interior escuchan muchas voces, pero casi siempre sale ganando alguna de estas:

"es allí adonde va todo el mundo";

"eso es lo que todos hacen";

"nadie piensa así, ¿por qué voy a ser precisamente yo la excepción?".

        — Es cierto que el qué dirán supone una esclavitud de la opinión ajena, pero también los propios principios y la conciencia suponen una atadura...

Una opción necesaria

        Es un modo de verlo un poco negativo, pero sin duda hay que elegir entre ambas guías –o ataduras, como dices tú– del obrar y del pensar. Pero una es mucho más noble que la otra. Decir de alguien que es dueño de su voluntad y respetuoso con su conciencia es uno de los mejores elogios que pueden hacerse de una persona.

        No temas a nadie, teme tan sólo a tu conciencia, decía Toth. Quien para hacer cualquier cosa tiene que mirar de reojo qué están haciendo los demás, qué dicen, qué piensan, o qué opinan de nosotros, se puede decir que es una persona que no pide consejo a su entendimiento sino que está servilmente dominada por el público ante quien actúa.

        Muchos adolescentes, por ejemplo, reconocen que empiezan a beber más de la cuenta, o a tomar pastillas que no son precisamente para la tos, o a fumar algo más que tabaco, sin necesidad de sentir especial satisfacción con eso. La razón más fuerte suele ser una de las antes apuntadas: "¿qué quieres que haga?, es lo que hace todo el mundo..." (todo el mundo..., en el mundo en que él se mueve).

Naturalidad y amistad

        — Bien, pero tampoco hay que hacer precisamente lo contrario que todo el mundo, para así tener carácter, ¿no?

        Por supuesto. Eso sería casi peor, sería como lo del mulo de la anécdota. Se trata más bien de tener una personalidad propia y atreverse a manifestarla así –si es oportuno–, aun en medio de un ambiente o ante unas personas que piensan de modo distinto.

        — Pero pesa mucho el ambiente. Si a veces les da vergüenza hasta decir que han preparado a fondo un examen, o que ayudan en las tareas de la casa, imagínate si se tratara de manifestar que procura vivir seriamente unas convicciones que no están precisamente de moda.

        Sí es difícil, pero en estas lides se templa el carácter y se demuestra la personalidad.

        Han de comprender, además, que tienen miedo a un ridículo al que probablemente apenas se arriesgan, porque manifestarse con naturalidad ha sido siempre el gran secreto de la amistad y de la buena imagen. Lo que más suele agradecerse de un amigo o una amiga son precisamente esas virtudes que rodean a la verdad: sinceridad, lealtad, naturalidad, sencillez, autenticidad.