Una ayuda a tiempo

Alfonso Aguiló
La auténtica educación para la Ciudadanía

 

Años decisivos

        "Cuando yo era niño, no tenía amigos. No tenía nadie a quien confiarme, salvo el cielo abierto de los campos, el viento, y, de noche, la soledad y el silencio de mi habitación. La soledad y la desesperación actuaban en mi interior, como dos fuelles que soplaban sin detenerse.

        "Ahora sé –continuaba Walter, protagonista de la novela Anima mundi– que habría sido suficiente una persona, tan sólo una, para que mi destino hubiese sido muy otro. Habría bastado una mirada, el vislumbre de una comprensión, alguien con un cincel en la mano que rompiera el molde calizo en el que yo estaba encerrado".

        Esta desgarrada reflexión de aquel chico puede servirnos para subrayar la importancia de la educación afectiva en la infancia y la adolescencia.

        Durante los primeros años de vida, el desarrollo del niño alcanza en todos sus ámbitos un ritmo que jamás volverá a repetirse. En ese periodo clave, todo el aprendizaje, y especialmente el aprendizaje emocional, tiene lugar más rápidamente que nunca. Por esa razón, las deficiencias emocionales que se producen durante la infancia dificultan especialmente el desarrollo afectivo y merman seriamente sus futuras capacidades. Y aunque es cierto que todo eso puede remediarse en parte después, es indudable que el impacto del aprendizaje temprano resulta muy profundo. Las lecciones emocionales aprendidas en los primeros años de vida son extraordinariamente importantes.

Origen de la persona

        Un niño con dificultades para centrar la atención, o un niño que es triste y susceptible en vez de alegre y confiado, o que es agresivo y ansioso en vez sereno y descomplicado, será siempre un niño que, a igualdad de otras circunstancias, tendrá en el futuro muchas menos posibilidades de sacar partido a las oportunidades que la vida le vaya presentando.

        Por eso, quienes han pasado una infancia rodeada de cariño –aun con dificultades y sufrimientos–, tienen más facilidad para interpretar las cosas de modo positivo y gratificante, para confiar en los demás, para sentirse seguros y dignos de aprecio. Por el contrario, los niños privados de cariño tienden a ser inseguros y susceptibles, a percibir con desconfianza las relaciones personales y a sentirse insatisfechos.

        Si caemos en la cuenta de la gran influencia que esos primeros aprendizajes emocionales –positivos o negativos– tienen en el modelado del estilo sentimental (y, como consecuencia, en el resultado global de la vida), no desaprovecharemos tantas ocasiones como se presentan cada día para educarlos.