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Arrepentida por haber dejado pasar |
Esta reflexión de aquella mujer atormentada por sus recuerdos puede servirnos para recordar que el verdadero afecto necesita a veces de energía y de firmeza. | |||||
Pero hay que actuar |
Para educar también para educarse a uno mismo, es necesario un serio esfuerzo para pasar de la reflexión a la acción. Y en ocasiones, estar dispuestos a hacernos una cierta violencia para superar la dejadez, para pasar o hacer pasar un mal rato cuando sea necesario. La forma más segura de lograr un cambio real en la educación de los sentimientos es por medio de la acción. ¿Pero no decías antes que es cosa más bien de reflexión, de caer en la cuenta de que hay algo en nosotros que merece la pena cambiar? Eso es cierto. Pero si la reflexión no acaba llevándonos a la acción, no cambiaremos. | |||||
Dueños de nuestra vida |
Quizá
no podemos cambiar nuestro modo de sentir en determinado momento, pero
sí podemos decidir qué haremos cuando sintamos eso, y
hacer que nuestra conducta contribuya a la consolidación de determinado
hábito sentimental. Por ejemplo, si ante un sentimiento concreto
de miedo o de pereza que queremos vencer, logramos mantener durante
un tiempo una conducta de superación de eso que nos paralizaba,
iremos creando poco a poco un hábito sentimental de valentía
o de diligencia ante ese estímulo concreto, y ese sentimiento
de miedo o de pereza acabará remitiendo. En ese sentido digo
que la acción es imprescindible para el cambio personal.
Aristóteles, hablando de la formación del carácter, decía que los simples actos aislados no constituyen hábitos. La autoeducación del carácter requiere un esfuerzo de repetición de actos positivos. Pero la experiencia demuestra que los cambios personales suelen ser lentos y difíciles. Sin duda, porque las inercias son muchas y nuestras fuerzas limitadas. Pero debemos ser protagonistas de nuestra propia vida y no pensar que estamos atados a un inexorable destino sentimental. | |||||
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