Barco de la muerte
Pateras de amparo y barcos de fraude
Agustín Domingo Moratalla
Las Provincias
Por qué dejé de ser de izquierdas
Javier Somalo y Mario Noya

 

Fraude de ley

        Hace unos días, en una de esas pausadas tardes que nos regala el otoño, me encontré en el puerto con unos marineros a los que les pregunté su opinión sobre el famoso barco del aborto que anunció su amarre en el puerto. No quisieron comprometerse demasiado con el tema pero me hicieron un comentario sorprendente. Me dijeron que este barco procura alterar su rumbo cuando su radar le previene del contacto con algún cayuco o patera de inmigrantes, estén vivos o muertos.

        Por si acaso el otoño no estaba resultando movidito con la crisis económica, las pateras que no dejan de llegar, las inundaciones, los encierros de la ciudadanía, los éxitos de Villa o la lesión de Torres, ahora resulta que el PSOE y los fundamentalistas de izquierdas han buscado el apoyo de las organizaciones internacionales para movilizar a la opinión pública en el tema del aborto. En lugar de abanderar la sensatez y empezar a tomarse en serio las cuestiones de justicia social, la izquierda celtibérica y reaccionaria marcha viento en popa hacia la cultura de la muerte.

        Lo grave en esta deriva ideológica no es la defensa de unas convicciones morales pro-abortistas, que no son tan legítimas como las demás, aunque las personas que las mantengan sean merecedoras de respeto. Lo grave y que no puede pasar desapercibido es la forma de expresar las convicciones. No me refiero al espectáculo que están organizando con la utilización del barco, con la instrumentalización de liberados sindicales de izquierda extrema o mediopensionistas para el evento, o con gentes de la farándula. Me refiero al fraude de ley que se está cometiendo bajo tanto celofán mediático liberal.

Minando el fundamento del sentido de justicia

        El espectáculo que se está montando es toda una farsa para ocultar algo de lo que deberían estar avergonzados sus organizadores, quienes desde el mundo del derecho, la justicia y la política les apoyan. Se está despreciando el Derecho y se está transmitiendo a la opinión pública un sentido relativista, intencionadamente malévolo y perverso de la justicia. El barco del aborto es una invitación explícita a defraudar la ley, a desconfiar en el derecho público –nacional e internacional–, a instrumentalizar la justicia y abortar el sentido de la justicia de futuras generaciones.

        Con el actual grado de cinismo, escepticismo y pragmatismo que ahora encontramos entre los alumnos, profesores y profesionales del Derecho, es posible que algunos hagan negocio con el tema y acepten calladamente este espectáculo mirando para otro lado. Los colegios de abogados, las facultades de Derecho e incluso todo el sistema educativo en su conjunto, deberían reaccionar de manera contundente porque se está haciendo una explícita apología del fraude de ley. No sólo se está diciendo que en aguas internacionales y bajo pabellón holandés, el aborto cometido será legal, se está transmitiendo a los jóvenes el mensaje de que la ley es arbitraria, el sentido de la justicia relativo y la voluntad humana todopoderosa.

        Si algún docente estaba esperando casos prácticos que avalen el sentido de la justicia de quienes promovieron la reforma educativa que nos ha traído la Educación para la Ciudadanía, aquí lo tienen. Además, un caso en el que no bastará con saber español, valenciano o catalán. Un caso en el que será necesario saber inglés para no ser engañado con el documento de consentimiento informado que firmarán quienes aborten abordo, y también para conocer las razones que se esgrimen en aguas internacionales. ¿Qué condiciones estipulan el consentimiento de aborto? ¿Ante qué tribunal recurrirá una paciente si se presentan efectos secundarios al dejar el barco? ¿Con qué idioma se sacrificarán las vidas?

Lecciones de hipocresía

        Este barco de la muerte tiene una doble finalidad pedagógica. Por un lado, movilizar a la opinión pública no sólo a favor del aborto libre y gratuito sino del incumplimiento de la ley. Por otro, y este es el más importante, conseguir que reaccionen los grupos antiabortistas para radicalizar y ridiculizar democráticamente su discurso. Observen estos días los medios de comunicación para comprobar que los medios gubernamentales y progubernamentales presentarán a los antiabortistas como fundamentalistas. Sus argumentos van a ser presentados como una muestra de intolerancia, dogmatismo, fascismo, fundamentalismo y, cómo no, catolicismo ultramontano. Se planteará como un problema de tolerancia, de pluralismo y de libertad de expresión, cuando en realidad se trata de un gigantesco y espectacular fraude de ley.

        Es una pena que nuestro país esté tirando por la borda el sentido de la justicia y el valor del derecho internacional al que tanto contribuyó en otros tiempos. Es una pena comprobar que los cayucos y las pateras que llegan a nuestras costas no están dotados de ultrasonidos ni ecógrafos para salvar vidas. Para quienes aún conservan cierto sentido de la justicia, los cayucos y las pateras son barcos llenos de ilusión y vida que acuden al derecho internacional con la esperanza de recibir amparo. Para quienes aún conservan cierto sentido de la justicia y el derecho, estos barcos abortistas dotados de ultrasonidos, escaner y consentimiento informado, no solo son sofisticadas herramientas para el fraude del derecho sino un atentado contra el derecho de gentes. ¡Ay el Derecho! Tantos esfuerzos para luchar contra los barcos de esclavos… y tanta hipocresía para defender barcos de la muerte.