El carácter y la falta de carácter
Alfonso Aguiló
Carácter y acierto en el vivir:100 relatos y reflexiones sobre la mejora personal

 

 

 

 

 

 

 

 

La importancia de conocerse

        Cada uno tiene su personalidad, una forma de ser que le es propia, que configura su carácter. Cada uno es a su manera. Afortunadamente no somos todos iguales: hay aspectos que nos distinguen de otros, cualidades, aptitudes, rasgos que componen nuestra personalidad, de la que podemos y debemos estar orgullosos.

        Muy distinto es sin embargo lo que sucede con los defectos. Ya no son cosas del carácter, sino mas bien de la falta de carácter. No se puede considerar como un rasgo positivo el ser perezoso, o patológicamente curioso, o un egoísta redomado. Tampoco, por ejemplo, el ser arrogante o envidioso. Son defectos que es bueno conocer, y saber que existen, pero como tales hay que proponerse eliminarlos.

        A su vez, hay aspectos del carácter que siempre serán positivos y en los que convendrá ir mejorando. Es una labor que hay que comenzar desde temprana edad porque, cada día que pasa, cuesta más. No se reconducen igual los defectos a los cincuenta años que a los quince.

        —Pero el tiempo es sabio, dicen, y atempera el carácter...

        Solo, no. El tiempo arregla a los que se esfuerzan por mejorar y estropea a los que se dejan llevar por su falta de carácter. Su mero transcurso, sin más factores, no hace cambiar el sentido de una evolución; simplemente la hace mayor o menor.

        Si no se hace nada, el tiempo pasa y seguimos igual, o peor. Y a partir de cierta edad, se puede decir que uno es ya responsable de su cara, de su talante, de su trato agradable o desagradable. Y si tiene mal carácter es porque no ha sabido o no ha querido corregirse.

        Hay que enfrentarse al tema del carácter, antes de que sea tarde y haya cristalizado en defectos difíciles de superar. Es una pena ver a personas que por su edad debieran ser otra cosa, y que se reconocen impotentes ante su cobardía, o sus arranques de mal genio, o su apatía permanente... cuando ya, a esas alturas, el arreglo es muy fatigoso.

        —Pero... ¿no te parece un poco antinatural esa lucha? Cada uno es como es, ¿no?

        Si has llegado a leer hasta aquí es porque no estás aún satisfecho de como eres y deseas mejorar. Tener deseos de mejorar es lo más natural del mundo.

        Para mejorar, primero hay que conocerse, y para eso hay que hacer un poco de autocrítica, de introspección. Si eres creyente, te ayudará hablar de esto con Dios en la oración, y hacer examen de conciencia. También te será de gran utilidad el consejo de alguien que te aprecie, de ése que sabe decirte las cosas de verdad, a la cara, lealmente, aunque de primeras a veces no te guste. A todo el mundo le hace mucho bien que le digan cómo es, y que le hablen de ello con afecto y claridad.

        Y después de conocerte tendrás que saber aceptarte como eres, sin soberbia —cosa a veces nada fácil— aunque con deseos de mejorar. Entonces ya es sencillo trazarse metas con las que finalmente superarse.