Amor y enamoramiento
Alfredo Ortega-Trillo
El verdadero rostro del amor
Tomás Melendo

 

"Patología" del corazón

        El amor y el enamoramiento a menudo se nos confunden. La única definición que tenemos del amor es una tautología contundente y rotunda: "Dios es amor". Fuera de ella, sólo podemos hablar del amor por sus efectos: el sacrificio de los "hombres topo" en el terremoto de México, la madre que se quita el pan de la boca para dárselo al hijo, el héroe de Nacozari que estalló el tren fuera del pueblo, la anciana que cuida del marido desahuciado en un hospital.

        Del enamoramiento, en cambio, podríamos construir un tratado con rigor clínico. El enamoramiento es una patología del corazón bien conocida, que embota los sentidos y hace perder el apetito y el sueño, entre otros trastornos. Se conoce su etiología en hombres y mujeres y hasta la forma en que pega según los cuatro temperamentos aristotélicos y sus 12 combinaciones. Pero lo más extraño de esta enfermedad que aqueja al 62.7% de la población mundial es su condición siniestra de apoderarse de la voluntad del enfermo quien, a diferencia del agripado que estornuda y se cubre la boca con un pañuelo por consideración a los demás o por mera urbanidad, insiste en contagiar a la persona amada. Pero aquí viene perfectamente al calce el lugar común de la sabiduría de la naturaleza, la que se vale de un misterioso mecanismo de defensa para impedir que la mayoría de los enamorados contagien a los objetos de su enamoramiento, algo que nunca comprendieron quienes ya se han pegado un tiro al no ser correspondidos.

Una notable diferencia

        Si los medios de comunicación tienen la culpa de casi todos los males que afligen al mundo, no es ocioso endilgarles también la culpa de esta confusión que existe entre enamoramiento y amor. Todos los días nos bombardean con canciones, programas y películas de amores equivocados, de cosas que no son amor sino deseo, necesidad, necedad y tequieros tequileros. En el enamoramiento, cuando el amante dice al amado "te quiero", es que está borracho de su propio sentimiento y en el fondo sólo se está amando a sí mismo, usando el puente del otro. Decir "te quiero" es cosificar a la otra persona y hacerla propiedad; decir "te quiero" equivale a decir "te necesito", "me agarro a ti porque llenas mi vacío, mi necesidad y apego". ¿No es esto en el fondo egoísmo y engaño?

        Confundidos bajo el hechizo del enamoramiento que nos impele a buscar la felicidad en otra persona es fácil equivocarnos. La felicidad y el amor no son cosas que nadie nos pueda dar. Son bienes, como la fe en Dios, que sólo pueden nacer y crecer dentro de nosotros.

        Pero la naturaleza del amor es salir y no quedarse dentro del que ama. Si en el enamoramiento el enamorado espera recibir la felicidad de otra persona; en el amor la dirección lleva sentido contrario. Cuando se ama verdaderamente el amante sólo desea salir de sí y dar su amor a la persona amada sin esperar nada a cambio.